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Analistas 01/09/2018

Nos estamos sobregirando

Amylkar D. Acosta M.
Docente de la Universidad Externado de Colombia

La Red Global de la Huella Ecológica se ha dado a la tarea de monitorear la trazabilidad de la huella de carbono que van dejando tras de sí los países y para ello emplean una especie de contabilidad ecológica de partida doble y a partir de esta poder establecer el saldo a favor o en contra.

Esta Red ha podido establecer que desde finales del siglo XX el “Día del sobregiro”, entendido este como el exceso de demanda de servicios ambientales con respecto a la capacidad de reparación o reposición de la naturaleza, se ha ido adelantando progresivamente, cada vez con mayor celeridad.

Según lo sostienen el Fondo Mundial para la Naturaleza y Global Footprint, el costo de este sobreconsumo ya es visible: “escasez de agua, desertificación, erosión de los suelos, caída de la productividad agrícola y de las reservas de peces, deforestación, desaparición de especies. Vivir a crédito solo puede ser algo provisional, porque la naturaleza no cuenta con un yacimiento del que podamos proveernos indefinidamente”. Y, como es bien sabido, no hay plazo que no se venza ni desuda que no se pague.

De acuerdo con esta contabilidad de la huella de carbono, a partir del 1 de los corrientes mes y año la humanidad está recurriendo a las “vigencias futuras” para sobrevivir el resto del año y apenas han transcurrido siete meses de doce.

A este ritmo se necesitarían 1,7, casi dos planetas Tierra para satisfacer las necesidades de los 7.630.491.175 de habitantes que alberga. La perspectiva es aún más preocupante en países como Chile y Catar, toda vez que si los países vivieran como ellos, en el primer caso se necesitarían 2,3 planetas Tierra y en el segundo cinco planetas (¡!).

Lo más preocupante es que año tras año el “Día del sobregiro” de las naciones se cerca más al comienzo que del fin del año y esta carrera sin posta es cada vez más vertiginosa, a saber: el “Día del sobregiro” el año pasado fue el 8 de agosto, en 2015 fue el 13 de agosto y en el año 1970, cuando se empezó a hacer esta medición, el 23 de diciembre.

Claro está que el “sobregiro” de los países difieren unos de otros, según el ritmo al cual consumen sus recursos naturales. El más crítico es Catar (9 de febrero) y Colombia empieza a “sobregirarse” el 17 de noviembre. Ello es atentatorio del desarrollo sostenible, entendido este como aquel que satisface las necesidades del presente sin comprometer la capacidad de las generaciones futuras para satisfacer sus propias necesidades.

El “sobregiro” obedece al “consumismo desenfrenado”, al que alude el Papa Francisco en su Encíclica Laudato Di. Se trata, como lo delata el Santo Padre del “antropocentrismo despótico que se desentiende de las demás criaturas”. Y su llamado a este propósito no puede ser más pertinente: “en este tema los términos medios son sólo una pequeña demora en el derrumbe. Simplemente se trata de redefinir el progreso”. Pero el mayor obstáculo para ello son los intereses creados y la voracidad del capitalismo salvaje.

Según el Informe, de 300 páginas, que acaba de publicar la Agencia Nacional Oceánica y Atmosférica, en el que participaron 450 científicos, y la Sociedad Estadounidense de Meteorología, la concentración de los tres gases de efecto invernadero más peligrosos que hay en la atmósfera (dióxido de carbono, metano y óxido nitroso) alcanzaron un nuevo récord en 2017. En el caso particular del dióxido de carbono (CO2) la concentración media mundial en la superficie de la Tierra en 2005 fue de 381 partes por millón en contraste con las 280 ppm de la era preindustrial (antes de 1750).

Dicho estudio indica que el nivel alcanzado por la concentración de gases es la más alta en los registros modernos de medición atmosférica. Estamos en niveles superiores en un 145% con respecto a la era preindustrial y lo que más preocupa es la aceleración de la tasa de crecimiento de la concentración de GEI en la atmósfera, que se ha cuadruplicado desde principios de la década de 1960 y su efecto es acumulativo.

Y está demostrado hasta la saciedad de la estrecha correlación entre la mayor concentración de CO2 en la atmósfera y la elevación de la temperatura. Hace mucho rato que el Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático de las Naciones Unidas llegó a esta conclusión y más recientemente así lo reconoció nada menos que la Agencia Nacional de Evaluación del Clima de los EE.UU., en su cuarto Informe cuatrienal, avalado por la Academia Nacional de Ciencias, a contrapelo de las pamplinadas del presidente Donald Trump. Según el mismo “la evidencia del cambio climático abunda, desde lo más alto de la atmósfera hasta las profundidades de los océanos”.

Estamos viviendo, entonces, en tiempo real, una verdadera tragedia ambiental que compromete la habitabilidad de nuestro planeta, frente a la cual no podemos permanecer impasibles. El tiempo para actuar y detener esta alocada carrera hacia el abismo apremia!

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