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Analistas 07/12/2022

Sobre el bien común

Alfredo Sarmiento Narváez

¿Es éticamente correcto, políticamente pertinente, jurídicamente viable, culturalmente posible y antropológicamente necesario hablar hoy en Colombia de bien común?

¿Vale la pena hacerlo en tiempos que se predica la importancia de alianzas público-privadas para lograr mejores indicadores de sostenibilidad económica, social, ambiental, energética y alimentaria - el llamado pentagrama de la sostenibilidad- ?

¿Tiene sentido hablar de bien común cuando libertad devino en libertinaje, igualdad en igualitarismo, fraternidad en sectarismo; cuando la autonomía creativa y responsable, la digna diversidad y el ejercicio de la solidaridad parecen propósitos desarticulados y marginales?

Colombia necesita evitar trampa de creer que lo público, bien público y gestión pública se reduce a una visión estadocéntrica para atender temas concernidos con el pentagrama de la sostenibilidad, más aparato burocrático con lógica alcabalera y de gasto público galopante que no responde a criterios de eficiencia y probidad.

Colombia también debe evitar la trampa de creer que lo privado, el bien privado y la gestión de lo privado se reduce a una visión mercadocéntrica para atender retos asociados al pentagrama de la sostenibilidad, con entornos endosados a meros negociantes cazadores de rentas, legales o ilegales, que toman decisiones eludiendo criterios de competitividad económica y social, con lógicas ajenas a cualquier límite ético y estético, sin reconocer valor a nada pero sí poniendo precio a todo, hasta el desprecio.

Colombia necesita avanzar por senderos de más y mejor democracia, con más y mejores empresarios de lo privado, de lo público y de lo social y solidario (un empresario no es un negociante cazador de rentas); por ello, se hace necesario e imperativo construir una narrativa inspirada en el bien común capaz de desarrollar propósitos económicos, políticos, sociales y culturales que le permitan alcanzar comunidad de propósitos como país y comunión de sentido como nación.

El bien común debe estar en función de dignificar integralmente al sujeto antropológico persona, sujeto que trasciende al individuo en lo privado, al ciudadano en lo público y a la criatura en su cosmogonía.

El bien común exige la práctica autónoma y responsable de la solidaridad, entendida esta como un derecho que se ejerce y no como un deber de aburrido y pasivo cumplimiento.

Solidaridad capaz de dar el pescado con acciones de caridad, en repartir con equidad el pescado con acciones de justicia, y en aprender a pescar con el otro, en acciones de liberación.

Bien común exige comunidad y sociedad civil presta a ejercicio responsable de sus espacios de autonomía y un Estado Comunitario capaz de entender que su papel subsidiario con el privado, la sociedad civil la persona, no es igual a ser un pesado, lerdo y obstructivo dispensador de subsidios que nacen temporales y se vuelven eternos, ni es igual a ser un mero recaudador alcabalero que medra al lado de pasivos pagadores de impuestos, sin mostrar capacidad creativa de trabajo conjunto con personas y organizaciones dispuestas a fungir como activos contribuyentes.

El bien común exige tres condiciones sine qua non: mucho sentido común y mucho sentido de lo común y mucha empatía.

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