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ANALISTAS 21/10/2025

Nobel para la democracia

Celebro como colombiano el premio Nobel de Paz para María Corina Machado.

María Corina no es solo una mujer grande, es todo un bravo pueblo, de cuya lucha pende el futuro de la convivencia democrática de toda Hispanoamérica.

De la exposición de motivos de quienes otorgan el premio Nobel de Paz para justificar el otorgamiento de este galardón a María Corina y su bravo pueblo en 2025, se puede colegir legítimamente que se trata de un reconocimiento a sus luchas por la restauración de una democracia maltratada y violentada por la autocracia impuesta por Chávez, Maduro y toda su cosa nostra.

Con el premio otorgado a María Corina y su bravo pueblo, se inaugura la idea inspiradora de que “la democracia es el nuevo nombre de la paz”.

Y es que ninguna apuesta por la paz, ni la duradera y sostenible, ni total, ni cualquier fórmula lingüística que apele a otros recursos adjetivos estridentes y grandilocuentes para calificarla, puede convertirse en expresión voluntarista que ponga en riesgo la sostenibilidad de la democracia.

Para los colombianos, el premio otorgado a María Corina y su bravo pueblo es ocasión feliz para entender que, hoy por hoy, la prioridad sustantiva de nuestro país es la salvaguarda y profundización cualitativa y cuantitativa de su democracia.

En lo sucesivo, la democracia en Colombia ha de ser el teorema y la paz el corolario. Nada de voluntarismos de paz que aplacen la agenda democrática del país.

En una democracia sostenible para Colombia no pueden volver a existir fórmulas de paz que signifiquen claudicación e impunidad con los violadores de DD.HH., sometimiento ante los narcotraficantes y corruptos; tampoco pueden prosperar prácticas discursivas y operativas que conculquen la autonomía de las personas, vecindarios, universidades, empresas, iglesias, gremios, sindicatos, entidades territoriales, ramas del poder público y organismos de control.

Otra dimensión que se deriva con el premio Nobel para María Corina y su bravo pueblo es que la defensa y cuidado de la democracia necesita solvencia ética y talante estético.

La democracia como proyecto ético implica entender que: 1) derecho sin ética deviene en impunidad, corrupción e injusticia; 2) política sin ética envilece la dignidad de las personas y las comunidades; 3) economía sin ética allana camino a la pobreza, a la desigualdad y a la sostenibilidad; 4) cultura sin ética pierde brújula y capacidad civilizatoria.

El premio Nobel a María Corina y su bravo pueblo también sirve a los colombianos para entender que el populismo, ora desde el resentimiento, ora desde el arribismo, deroga y desprecia la ética en la convivencia democrática.

La estética de las palabras, de los gestos y de diversas formas de la comunicación social y política, preceden a la ética de los actos.

La lucha de María Corina y su bravo pueblo, además de haber logrado un triunfo electoral nítido y contundente, representa un triunfo ético y estético sobre los autócratas de Venezuela; ha sido una gesta digna de emular en Colombia.

María Corina: libere usted a El Libertador, hoy capturado simbólicamente por unos autócratas corruptos, violentos y enemigos sistemáticos de nuestros pueblos.

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