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Analistas 16/01/2024

Liderazgos disruptivos y democracia

Alfredo Sarmiento Narváez

En el Diccionario de la Real Académica de la Lengua Española, disrupción se define como rotura e interrupción brusca; sin embargo, el sustantivo de marras y sus adjetivos conexos, disruptivo (a), a punta de vitalidad y dinámica, empiezan a significar innovación, creatividad y evolución.

Las palabras son partículas lingüísticas análogas a las partículas cuánticas y suelen sorprender con inesperados comportamientos.

Así como en lo cuántico, la partículas algunas veces se comportan como tales y en ocasiones como ondas, las palabras, según contextos, textos y pretextos, tienen diversos significados y significantes con plurales manifestaciones e implicaciones.

Colombia, una democracia en cuidados intensivos, necesita liderazgos disruptivos, capaces al mismo tiempo de rompimiento, innovación, creación y evolución.

Cuando la corrupción se ha normalizado, lo disruptivo son liderazgos que puedan probar solvencia ética capaces de asumir responsabilidades y superar esas lógicas moralistas que andan buscando chivos expiatorios, señalando a otros como culpables y malos y reservando, para un nosotros sectario, el monopolio de lo bueno y correcto.

Cuando la ramplonería, la vulgaridad y el insulto se han tomado las prácticas la comunicación social y política, lo disruptivo viene a ser un liderazgo con estética capaz de ligar forma con fondo, rito con sentido, hábitos privados y virtudes públicas con bien común.

La estética de palabras, gestos y medios, precede a la ética de los actos y los fines. En materia estética también es clave evitar supremacismos sectarios, donde un nosotros encarne lo bello y armonioso, mientras otros representen fealdad y mal gusto.

Cuando erudiciones y tecnocracias de mente estrecha, ora con veleidades ideológicas, ora con impúdicos oportunismos, imponen falsa sensación de ciencia, lo disruptivo viene a ser la reivindicación del conocimiento riguroso para abordar temas de interés común y alta complejidad, ajeno a diagnósticos catastrofistas y a soluciones mesiánicas y simplistas.

El populismo erosiona la democracia y eso es grave, pero cuando el populismos manipula el saber se trata de un fenómeno de insospechadas consecuencias.

Cuentan que Diógenes, con todo y su cinismo rayano con el escepticismo, deambulaba día y de noche por Atenas con una buscando hombres integrales.

Colombia necesita empezar desde 2024 a ponerse en modo Diógenes y encontrar hombres y mujeres, organizaciones e iniciativas sociales, comunicacionales, culturales y políticas, que representen liderazgos disruptivos, con músculo ético, estético y de conocimiento, para dar norte y brújula a la democracia colombiana.

Se trata de buscar liderazgos disruptivos, no de aupar un líder caudillista cocinado a las volandas en ollas de izquierdas cada vez más siniestras, o asados en sartenes de derechas cada vez menos diestras y cada vez más quietistas; tampoco se trata de hacer ridículas copias de respetables y connotados líderes emergidos en otros contextos nacionales, con circunstancias muy diferentes a las de Colombia.

Esta búsqueda ha de ser auténtica, creativa, una conversación nacional, incluyente, con valores consistentes, sin relativismos claudicantes; una tarea urgente, sobre todo, importante.

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