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Analistas 14/03/2023

Democracia con aroma de café

Si existe una expresión de sociedad civil que haya logrado un modelo encomiable de articulación productiva entre los sectores de la economía privada, pública y solidaria, esa es la institucionalidad cafetera en Colombia.

Una red de pequeños, medianos y grandes empresarios cafeteros, un fondo parafiscal vigoroso y un conjunto de cooperativas a lo largo de todo el país, de manera tripartita han permitido que el sector cafetero logre indicadores dignos de cuidar y potenciar en materia sostenibilidad económica, social, ambiental, energética y alimentaria.

En esas cinco aristas de la sostenibilidad el gremio a lo largo de su historia casi centenaria, ha enfrentado diversos retos y logrado hitos que se han convertido en patrimonio para todo el país.

La caficultura colombiana es escuela de valores y prácticas democráticas, de autonomía responsable, de concertación de acciones privadas, públicas y solidarias para adelantar acciones de interés común que buscan dignificar la vida de la comunidad cafetera, sus mujeres, sus jóvenes y sus avezados pequeños, medianos y grandes empresarios a lo largo de todo el país. El café ha dado sentido de integración territorial a la patria con presencia en 22 departamentos del país y mas de 600 municipios.

El patrimonio democrático alcanzado por el gremio a su interior y de cara al país, hay que cuidarlo, cualificarlo y consolidarlo, así como sucede con totalidad de la democracia en toda Colombia.

Es por ello que, cuando el gremio se apresta a elegir su gerente general y replantearse de manera constructiva su futuro, resulta necesario sustraer a Fedecafe del torpe debate que se ha apoltronado en la agenda política colombiana, un debate protagonizado por hirsutas y estériles tesis, unas que promueven lo público como sinónimo de estatismo, otras que reducen lo privado a una visión mercadocéntrica sin sentido social, y unas terceras que predican un cooperativismo con un tono asistencialista, paternalista y marginal.

Sin duda, el gremio cafetero demanda acciones de austeridad para que recursos que hoy quedan capturados en su funcionamiento central se reviertan en beneficio de las comunidades cafeteras. Urgen a su interior procesos de descentralización para volver a cautivar al empresario cafetero en sus territorios, así como estrategias de globalización competente que potencien la marca país que es nuestro café en el mundo (me dicen que estamos importando café para ponerles sello Colombia lo que suena a un sin sentido). Igualmente, son sentidas las necesidades de empoderamiento de la mujer cafetera y de la renovación generacional de sus cuadros productivos y gremiales.

Rafael Uribe Uribe y Pedro Nel Ospina, después de la devastadora guerra de los mil días, tuvieron la visión de sustraer el café y la caficultura colombiana de las pujas partidistas. Mutatis mutandis, la caficultura colombiana de hoy debe ser un propósito de país y no objeto de rapiñas ideológicas de corto plazo.

Ojalá el gremio haga esta transición en democracia, con autonomía responsable y cohesión, que deje entre todos un aroma de café tonificante para el trabajo que sigue y en beneficio de más de 560.000 familias colombianas.

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