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Analistas 01/02/2020

La confianza es como el pegamento

Alfonso Aza Jácome
Profesor de Inalde Business School
Analista LR

Desde recién nacidos aprendemos a confiar en las personas que nos rodean porque somos frágiles y vulnerables. Tal vez por eso las mamás son las que mejor conocen lo que significa ser merecedoras de confianza por parte de alguien. Ellas son las primeras personas en las que confiamos. Y nos va la vida en ello...

La confianza no es algo que se pueda medir, controlar o establecer pues implica un compromiso y un esfuerzo en dos direcciones: el que la da y el que la recibe. En la cotidianidad son numerosos los casos en los que nos toca confiar: por ejemplo, cada vez que compramos un pasaje de avión existe una larga cadena oculta de confianza gestionada por la empresa de transporte que debe responder por el buen estado del avión, la competencia de los pilotos, el servicio a bordo, la llegada al destino del equipaje y un largo etcétera. Si no tienes confianza, difícilmente asumirías algún riesgo y no podrás montarte en ese avión, entrar a un restaurante o comprar un apartamento.

La confianza proviene de un comportamiento esperado por parte de otras personas que surge de la coherencia en su obrar. Confías en personas que muestran que lo que piensan coincide con lo que dicen y hacen. Son personas coherentes y, por tanto, predecibles y confiables. Siempre están ahí. Porque la consistencia es la verdadera base de la confianza: confianza en la palabra dada, lealtad a los otros. Algunas personas solo tienen eso, pero es suficiente para el viaje de la vida, pues en las relaciones humanas la confianza es un ingrediente indispensable.

La confianza no se encuentra casualmente; se construye y es necesario arriesgarse a depositarla en alguien porque la única manera de saber si puedes confiar en esa persona es… confiando. Más aún, la confianza deber ser recíproca y contagiosa, se da, se gana, se mantiene. Así, con la incertidumbre de la vida, encontrar a otro en quien puedas confiar se transforma en un regalo del destino. De esta manera, la persona en la que confías terminará convirtiéndose en un amigo, en un refugio, en un tesoro ya que la confianza conduce al compromiso.

En el trabajo la confianza es un valor imprescindible porque los directivos que no reconocen el talento, el trabajo duro y la lealtad de sus colaboradores no perduran. La tarea de un buen directivo requiere necesariamente que confíe en su gente, que empodere a su equipo para multiplicar su propia eficacia. Cuando no hay confianza, ni siquiera un mínimo en las relaciones personales o laborales, es difícil que las cosas funcionen bien porque a pesar de no sentir necesariamente cariño por el otro, la confianza es lo que nos permite saber que no nos perjudicarán. Sin embargo, cuando la confianza es traicionada se pierde inmediatamente porque se resquebraja la base de esa relación. Por eso, perder la confianza en alguien a quien se admira o se quiere se siente como una puñalada en el corazón y reconstruirla después no es fácil.

Paradójicamente, para confiar en los demás es imprescindible confiar primero en uno mismo; porque nadie da lo que no tiene. Si tienes confianza en ti, se la podrás aplicar después a los demás… como si fuera el pegamento de las relaciones humanas.

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