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Analistas 06/07/2023

Libertad y felicidad

Alejandro Moreno-Salamanca
Profesor en IESE Business School
Alejandro Moreno-Salamanca

Hoy, la libertad parecería ser un principio ético universal. Si bien nadie duda de su importancia, surge una primera cuestión: ¿qué entendemos por libertad? Para muchos, la libertad es poder elegir lo que se anhela sin ningún tipo de coacción ni de referencia a la conveniencia o no de aquello que se ha elegido. Pero, es difícil pensar que una persona drogadicta o alcohólica sea del todo libre, pues en el fondo sabemos que se ha hecho esclavo de aquello que “libremente” ha elegido. La verdadera libertad se encuentra cuando se elige lo bello, lo verdadero y lo valioso.

Respetar la libertad es muy importante para la felicidad de una sociedad. Ahora bien, la felicidad no es solamente el poder hacer lo que nos “apetece”. La felicidad está correlacionada con responder a la propia naturaleza y, ampliamente entendida, es precisamente la plenitud de correspondencia a la naturaleza humana.

Por ejemplo, un lápiz es lápiz en cuanto está diseñado para escribir o dibujar; es plenamente lápiz cuando en sus actos se comporta según su diseño o naturaleza, escribiendo o dibujando. Los seres humanos, al igual que los lápices, tenemos un diseño, un propósito o una naturaleza y somos verdaderamente personas cuando nos comportamos de acuerdo con ese diseño, propósito o naturaleza. A un lápiz le es imposible desnaturalizarse a sí mismo pero puede terminar siendo, por ejemplo, un instrumento para enderezar una planta o para trancar una puerta si así lo decide su dueño. En contraste, las personas, libre y voluntariamente, podemos terminar desnaturalizándonos y convirtiéndonos en esclavos si hacemos mal uso de nuestra libertad.

Hay que defender la libertad, en especial la de conciencia y de opinión. Sin embargo, qué importante y valioso es saber que somos libres no solo cuando hacemos “lo que nos da la gana” sino, en especial, cuando actuamos conforme a nuestra naturaleza.

Es fácil pensar en actos libres pero inhumanos, por ejemplo matar a un inocente o causar daño a un niño. El factor esencial radica en que a veces no caemos en cuenta de que hay acciones en las que nos sentimos libres, pero que al acometerlas probablemente nos convertimos en esclavos. Es verdaderamente libre quien, incluso en contra de sus inmediatos deseos, escoge aquello que lo humaniza. Libre es quien es capaz de amar, de darse, de servir, de comportarse con plena humanidad. Libre es quien no se hace esclavo. Libre es quien escoge lo bello, lo verdadero, lo justo.

Para ser verdaderamente libre no hay otro camino que la reflexión y la búsqueda genuina de la verdad. Con ello, la verdadera felicidad implica pensar en si la verdad existe, en si tiene sentido buscarla y estar abierto a cuestionar nuestras propias certezas. A una sociedad que no se pregunte sobre la verdad o estime poseerla ya en plenitud, le será muy difícil ser libre.

La libertad consiste en examinar aquello que nos resulta deseable, apetitoso, atractivo y en validar, con recta intención y con genuino deseo de acertar, pensando en el bien común antes que en personal, qué tanto ese anhelo nos hace mejores personas, mejores ciudadanos o mejor sociedad.

Aunque ser felices en una sociedad sin libertad es imposible, no es suficiente poder hacer “lo que nos da la gana”. Es más importante aún, procurar que nos dé la gana elegir aquello que nos humaniza y nos engrandece.

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