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Analistas 28/01/2013

La destrucción de Bogotá

Alberto J. Bernal-León
Jefe De Estrategia Global, XP Securities
La República Más
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Gracias a Dios está haciendo buen clima últimamente en Bogotá, porque si no las fiestas decembrinas muy seguramente se hubieran visto afectadas por ríos de basura en las calles, pues claramente las bolsas de basura rotas por ratas y chulos hubieran colapsado ante la inclemencia del clima. Igual hacia muchos años que no veía a la carrera 15 en peor condición. Toda la labor urbanística de la dupla Mockus-Peñalosa totalmente desperdiciada. 

 
Confieso que siempre he sido extremadamente crítico del alcalde Petro. Mi crítica contra Petro siempre ha estado basada en el hecho de que en mi opinión el Alcalde tiene una visión totalmente anacrónica del mundo. El Alcalde es una de esas personas que vive convencida de que las cosas en el mundo son gratis. Es como si él fuera un fiel creyente en la aparición espontánea de los recursos. El Alcalde de Bogotá parece no entender que el recaudo tributario es dependiente del crecimiento económico y que el crecimiento económico es dependiente de la inversión privada. Si el Alcalde entendiera este concepto, trabajaría en pro de atraer inversión, no a favor de expulsarla.
 
Por ejemplo, la discusión sobre si hacer o no la ALO (avenida longitudinal de occidente) es una clara demostración de la forma tan peculiar con la que ve el Alcalde el mundo. Él y sus áulicos dicen y aseguran que si se construye la ALO, Bogotá se quedara sin agua y sin helechos. Claramente el Alcalde y sus amigos políticos jamás han transitado por la “New Jersey turnpike”, yendo del sur de New Jersey hacia el estadio de fútbol americano de los Gigantes, o jamás ha tomado la Interstate 10 entre Nueva Orleans y González, autopistas de primera categoría que respetan los humedales con elevaciones y con drenajes adecuados. Más triste aún, el Alcalde parece no entender que entre menos trancón haya en Bogotá, menor será la polución de CO2 en la ciudad y menor será la incidencia de enfermedades respiratorias entre los niños. 
 
Confieso, eso sí, que nunca pensé que el alcalde fuera a ser tan poco hábil en la ejecución de las políticas públicas. El año pasado ya vimos un toque de lo que se nos venía encima, después del adefesio económico y financiero que nos presentó al querer que la EEB, empresa de capital mixto, subsidiara a la ETB y al acueducto, un proceso que claramente hubiera generado un detrimento patrimonial violento en los balances de la EEB. El evento de las basuras en Bogotá también demuestra una carencia de capacidad administrativa impresionante. Cualquier mérito del nuevo esquema de basuras quedó completamente desvirtuado con la improvisación en la implementación de las políticas. El show de las volquetas del acueducto recogiendo basura, en clarísima violación de las leyes existentes, o el de los camiones de basura dañados que trajeron desde Nueva York es otro evento que, sinceramente, no tiene presentación. Como me preguntaba un inversionista en Chile, “desde cuándo Bogotá se convirtió en una república bananera?” 
 
Preocupa muchísimo que muchos profesionales estén hablando abiertamente de emigrar, por la pésima calidad de vida que está ofreciendo la ciudad y por la clarísima falta de capacidad de gestión de la izquierda, que ya, increiblemente, gana por tercera vez consecutiva en Bogotá, en gran parte por la necedad de la clase política y de los votantes inconscientes que boicotearon la campaña de Peñalosa para “mandarle un mensaje” al presidente Uribe. 
 
Me queda muy claro que Bogotá necesita respeto, gestión, crecimiento y cero improvisación. Bogotá necesita un alcalde que llegue al puesto a ejecutar obras, no un alcalde que llegue a hablar sobre justicia transicional para las Farc o sobre la Ley de víctimas. La evidencia muestra que Bogotá es solo un trampolín para el líder progresista en su carrera por eventualmente llegar, Dios no lo quiera, al Palacio de Nariño. Ahora, en el corto plazo, el pueblo merece tener la opción democrática de revocar la ineptitud de la alcaldía Petro. 

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