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Analistas 11/03/2017

Inteligencia artificial, cambio estructural

Alberto J. Bernal-León
Jefe De Estrategia Global, XP Securities
La República Más
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Hay una conferencia al año que no dejo de dar, por más complicada que esté la agenda. La conferencia para los alumnos del Centro de Pensamiento Estratégico de la escuela de negocios de Eafit. El director de este increíble programa, mi gran amigo Juan David Escobar, patriota como pocos, siempre hace todos los esfuerzos necesarios para lograr que se realice la conferencia. Me encanta tener la posibilidad de intercambiar ideas con toda esa cantidad de jóvenes de 20 años que se toman el tiempo de ir a oír visiones sobre la economía mundial. Siempre me deja un sentimiento de optimismo ver a todos esos muchachos ávidos de aprender y de contribuir a la sociedad.

 También disfruto mucho que Juan David siempre organiza una comida con amigos ilustres después de la conferencia, donde nos sentamos a “arreglar el mundo”. El jueves pasado tuve el placer de compartir ideas con grandes amigos como Mauricio Toro, Luis Guillermo Vélez, Javier Gutiérrez, y obviamente, Juan David Escobar. En esta ocasión, la conversación se basó en la discusión sobre los avances que se han visto últimamente en el ahora famoso “deep learning”. Entre otras, conversamos sobre las posibles políticas públicas que se podrían llegar a implementar en el futuro para contrarrestar los dramáticos efectos sobre el empleo existente del vertiginoso paso de avance que se está viendo en la tecnología.

 Ideas desde la de cobrarle impuestos a la producción robotizada para financiar un mínimo de ingreso a la sociedad, el famoso “basic income”, hasta la idea de cambiar los sistemas de educación existentes. Estas discusiones son claramente vanguardistas, porque el mundo en desarrollo sigue enfocado es en lograr cambios sociales mucho más básicos, como la idea de asegurarle escolaridad básica a los niños pobres.

 Pero que la clase dirigente de los países emergentes no esté conversando sobre estos temas tan densos es preocupante. Es más, permítame ampliar mi mensaje: que la clase dirigente de los países desarrollados no esté conversando sobre esta realidad es una tragedia. Que el presidente Trump esté hablando de la necesidad de salvar empleos en el sector carbonífero, en vez de conversar sobre cambios en la educación o la implementación de un sistema de ingreso mínimo para contrarrestar los efectos nocivos de la robotización, es evidencia inequívoca de lo desenfocada que está la discusión económica y social en este mundo.

 Los que sí están conversando a diario sobre esta situación son los líderes de academia y de las compañías de tecnología más importantes del mundo. Por ejemplo, Elon Musk, Jack Ma, Bill Gates y Mark Zuckerberg. Hace unos días el economista Lawrence Summers se unió a la discusión vía la publicación de una columna en el FT criticando la idea de Bill Gates de cobrarle un impuesto a la producción robotizada. Según Summers, es mejor idea trabajar más a fondo en la creación de sistemas de educación vitalicia, unos que podrían ayudar a lidiar con el probable incremento futuro en la prevalencia del desempleo estructural.

La discusión que tuvimos el jueves en la noche en el restaurante El Herbario de Medellín (les recomiendo la sopa de queso, por si acaso), es la discusión que tendrá que afrontar el mundo por los próximos 20 años. No por no conversar al respecto el problema se va a desaparecer. Ojalá el futuro nos traiga líderes de altura que puedan dirigir a la sociedad de la mejor forma posible para lidiar con los retos que se nos vienen. Hay una certidumbre. No va a ser nada fácil.

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