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Analistas 01/12/2025

Cábalas para el 2026

Alberto J. Bernal-León
Jefe De Estrategia Global, XP Investments
La República Más

Caigo en la cuenta que llevo 25 años escribiendo una columna de opinión de fin de año sobre lo que nos podría traer el año venidero. Y también caigo en cuenta que cada año las circunstancias me obligan a escribirla con mayor anterioridad. Quizás en este mundo que cada vez nos bombardea con más información, el camino a futuro es uno en que nos vemos obligados a alistarnos para los eventos con aún mayor anterioridad. Una certidumbre: el 2026 será un año clave para la geopolítica mundial, y será el año MÁS IMPORTANTE de la historia de Colombia.

El 2026 puede ser el año en que se logra el cambio más relevante de la historia moderna del Medio Oriente, y el año en que el mundo sea testigo del final de la guerra entre Ucrania y su agresor Rusia. ¿Por qué digo que el 2026 puede ser el año más importante de la historia moderna del Medio Oriente? Porque el año que entra es probable que veamos la firma de los acuerdos de Abraham entre el primer ministro Benjamín Netanyahu y Mohamed Bin Salman, el príncipe heredero de Arabia Saudita. Un escenario de normalización de las relaciones diplomáticas entre Israel y Arabia Saudita va a implicar un antes y un después en este mundo, porque un escenario donde Arabia Saudita anuncie que respeta el derecho a existir de Israel, implicará el aislamiento geopolítico total (y final) de la teocracia terrorista de Irán.

También es probable que la presión que la administración Trump está logrando imponer sobre los gobiernos de China e India logre que el dictador Putin se vea obligado a negociar una salida al conflicto con Ucrania. Si Trump logra que China y la India dejen de comprarle petróleo a Rusia, el flujo de caja de esa dictadura, y su estabilidad macroeconómica, se verá afectada radicalmente. Las elecciones de medio término en EE. UU. también serán de gran importancia. Según los mercados de apuestas actuales, existe un 75% de probabilidad que el partido demócrata recupere el liderazgo de la cámara de representantes, y existe una probabilidad importante que los republicanos pierdan escaños en el senado (pero no el control). Esta realidad muy seguramente implicará una gobernabilidad más “complicada” para Trump en el ocaso de su presidencia.

Por el lado de la economía global, el 2026 muy probablemente será un año donde vemos menores tasas de interés a nivel global gracias a la aceleración del proceso de desinflación que está viviendo EE.UU. (mi expectativa es que el banco central de EE.UU. baje sus tasas de intervención a 2.75% para Julio del 2026), y un año donde seremos testigos de una aceleración muy relevante de las capacidades de la inteligencia artificial y sus efectos sobre el aparato productivo, incluyendo mayores niveles de destrucción de puestos laborales. Por el lado expansionista, el 2026 será un año que ve mayores niveles de estimulo fiscal en Alemania, China, y EE.UU., eventos que deberían ayudar a sostener el crecimiento económico.

Y ahora Colombia. No exagero en argumentar que el 2026 será el año que decidirá si Colombia se convierte en un estado fallido después del 2026, como la Venezuela de Chávez, la Nicaragua de Ortega, o la Cuba de los descendientes políticos del criminal de lesa humanidad Fidel Castro, o si nuestro país regresa a una senda de viabilidad que logre, por fin, acabar con la tragedia de la pobreza y la violencia. La cuestión para nosotros los colombianos es extremadamente sencilla. En las elecciones presidenciales y legislativas del 2026 estaremos enfrentando la posibilidad de finalizar la toma del narco socialismo en Colombia, ergo, la toma final del narco chavismo de las instituciones colombianas, la que comenzó con la victoria de Gustavo Petro, o alternativamente los colombianos lograremos recuperar nuestro país dándole la victoria a un candidato de una eventual coalición anti petrista. Insisto, esta cuestión NO es un tema difícil de entender. Los colombianos perderemos del todo el país si los seguidores de Abelardo, los de Vicky, los de Pinzón, los de Mafe Cabal o de Paloma, o los de Fajardo, siguen con la estupidez de decir, “no, yo por Abelardo no voto y punto”, o “por el candidato de Santos yo no voto ni por el chiras”. O nos unimos o nos hundimos. Fin.

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