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Analistas 13/02/2021

Colombia en la coalición circular

Adriana Gutiérrez Ramírez
Gerente de Bloom Ecoworking
Adriana-Gutiérrez-Ramírez

Mucho se habla de la importancia que tienen los gobiernos y sus regulaciones en la transición a una economía circular. Por tanto, es de celebrar la Coalición de Economía Circular que surge como una acción de recuperación post covid en América Latina y el Caribe, dentro de la cual se encuentra Colombia. El camino es largo y la meta 2030 de las Naciones Unidas no da espera.

No se trata solo de generar conciencia en los consumidores o empresarios; el gobierno tiene un papel bien importante y además protagónico en este nuevo escenario. No es asunto de diseñar campañas que infunden temor, o lo que es peor aún, programas que hacen conscientes a los ciudadanos de la problemática pero que al final terminan frustrados por ausencia de alternativas o la infraestructura necesaria para lograrlo. Hay que contar con una normatividad que facilite lo tecnológico para alcanzar las metas y generar incentivos económicos para consumidores, emprendedores y empresarios.

Francia lo ha logrado con una regulación que permite decirle adiós a la obsolescencia programada, y otros países, como si se tratara de un “depredador” animal que mata a más de un millón de aves y 100.000 animales marinos al año, han comenzado a intervenir con más contundencia en temas como la circulación de plásticos, en especial los de un solo uso.

Claramente, los seres humanos somos el único elemento de la naturaleza que genera basura; nos hemos saltado el ciclo de la naturaleza y vuelto lineales, consumidores infinitos dentro de un planeta finito, lo cual es absurdo. No hace falta ser matemático para entender que nos estamos llenando de basura y no tenemos más que un solo planeta, no existe un “Planeta B” como muchos imaginan. Es urgente que nuestros modelos económicos sean circulares, copiando los ciclos de la naturaleza. Países como China, que recibían basura proveniente de diferentes partes del mundo ya cerraron sus puertas y comenzaron a regular esta situación. Por eso, hacer parte de esta coalición es fundamental para dar un paso adelante y demostrar que hemos empezado a actuar con fuerza.

Pensamos que durante la pandemia las cosas mejoraron en temas ambientales por la reducción de emisiones, y eso fue una especie de “lavado de conciencia” para muchos; pero realmente si nos ponemos a pensar sobre la situación en América Latina, es preocupante. Sin ser extremista ni emisora de mensajes apocalípticos, es claro que en nuestra región aún existen basurales a cielo abierto, situación que afecta la salud y contamina suelos, agua y aire.

Otra cosa realmente preocupante es la poca capacidad de reciclaje con que cuenta la región; 90% de nuestros residuos se desaprovechan y terminan en los vertederos, no existen segundas oportunidades para muchos desechos, y en cambio seguimos explotando y extrayendo recursos de la naturaleza. Un mundo pintado de negro que contrasta con el enorme potencial que tenemos en términos de biodiversidad y que a pesar de contar con grandes extensiones de áreas terrestres y marinas protegidas, muchos de nuestros ecosistemas se han visto degradados por las malas prácticas industriales y la falta de regulación.

Así, ojalá esta coalición logre avanzar en la definición de políticas y regulaciones, y permita mejorar el carbono orgánico en los suelos agrícolas, aumentar las poblaciones de peces en zonas sobre explotadas, remediar de alguna manera los lugares más contaminados, restaurar procesos socioambientales, conservar la fauna y la flora para favorecer todas las metas restaurativas, generar muchísimos empleos verdes y muy importante, revertir los daños ocasionados al planeta y la sociedad a raíz de nuestros hábitos de consumo.

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