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En la medida en que avanzan los diálogos en La Habana y se comienza a vislumbrar la posibilidad de terminar esta guerra absurda, que ha desplazado a tantos colombianos y nos ha desangrado, empobrecido y enlutado tanto, empieza a hablarse de postconflicto, sin que exista mucha claridad sobre lo que esta etapa fundamental significa para la consolidación de la paz y lo que ella demandará de todos nosotros.
Se entiende por postconflicto, el período en el que se inicia con el cese de hostilidades entre 2 o más partes que estaban enfrentadas; los expertos en estos temas coinciden en que, para que esta etapa sea exitosa y se pueda alcanzar una paz duradera, es necesario anticiparse, en medio de la guerra, a las acciones que la sociedad entera deberá emprender, tan pronto como se acuerde la paz.
La etapa del postconflicto termina cuando la sociedad ha logrado recobrarse de los daños físicos, psicológicos y materiales producidos por el conflicto, ha conseguido sanar las heridas, ha establecido nuevas reglas para el manejo del tema político y económico y se ha alcanzado cierta certeza de que las diferencias que existían y las que surjan entre las partes, no desatarán nuevamente la violencia.
Las acciones que la sociedad entera deberá emprender para garantizar la paz, son de muy diversa índole y abarcan temas como la forma de garantizar el respeto de los acuerdos firmados, el establecimiento de procesos formales de participación política, la destrucción de las armas, la remoción de las minas antipersonales, la protección de los derechos humanos y del medio ambiente, el fortalecimiento de las instituciones y el apoyo a los procesos de reconciliación y reinserción de combatientes, entre otros.
Dentro de estas actividades, el poder garantizar la seguridad de los excombatientes y conseguir su reintegro a la sociedad civil, sin que en algún momento retomen las armas o se unan a bandas delincuenciales, es uno de los mayores retos. Es importante tener en cuenta que la etapa de postconflicto demandará cuantiosas inversiones y cargas administrativas, por lo que la ayuda internacional será indispensable.
Los empresarios, por su parte, es mucho lo que pueden aportar al postconflicto; inicialmente se requiere su apoyo al proceso a través de las distintas agremiaciones, procurando consensos que disminuyan las trabas y reduzcan las voces discordantes que necesariamente se presentan en estos casos. Como fuente de generación de empleo e inversión, el sector privado puede jugar un importantísimo papel, creando oportunidades laborales y de negocio, que permitan mantener las condiciones económicas necesarias para la construcción de la paz.
Para alcanzar este propósito, es necesario fortalecer los sectores productivos en las zonas en conflicto, generando empleo especialmente para la población vulnerable, las víctimas y excombatientes desmovilizados. Generar oportunidades de formación y capacitación, así como programas de acompañamiento psicosocial para conseguir la reconciliación, son tareas que también pueden emprender los empresarios, así como el fortalecimiento de sus prácticas de responsabilidad social.
En la formulación de estrategias y proyectos para coadyuvar en el proceso de consolidación de la paz, no debe perderse de vista que Colombia, según un estudio realizado por la ONU Hábitat, es el tercer país con mayor desigualdad en Latinoamérica. Es difícil pensar en una Colombia moderna y en paz, mientras se mantenga una inequidad tan grande, tengamos un sistema de solución de controversias tan lento e ineficiente y no consigamos disminuir la corrupción que nos carcome y desvía la inversión en temas prioritarios, como la modernización de la infraestructura, que tanto afecta nuestra competitividad, y en otros como la salud, esencial para disminuir la inequidad.
Alejandro Éder, alto consejero para la reintegración, afirma: “es necesario comprender que la paz no nos caerá del cielo; debemos construirla entre todos”. Son incalculables los costos que el conflicto ha representado para Colombia tanto en lo económico, como en lo político y social, por lo que no podemos darnos el lujo de aplazar otros 10 años la consolidación de un proceso de paz.