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Analistas 22/11/2016

Video, video, video…

Diego A. Santos
242 Media Director No Ficción
La República Más
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¿Sabían? El 59% de los ejecutivos prefieren un video antes que leer. Un minuto de video equivale a 1,8 millones de palabras. El usuario promedio de internet está expuesto a más de 32 videos al mes. Un tercio de toda la actividad que se produce en línea es consumo de video, y para 2019 se estima que la cifra pase al 80%. 

¿Moraleja? Cualquiera que sea su campo de trabajo, bien sea en el mundo de la política, del consumo masivo, de los medios, de la salud, o de la educación, entre muchos otros, el video ha de ser un elemento imprescindible en su estrategia de comunicación.

Y es que el impacto del video es cada vez mayor, por no decir que inigualable. No en vano, los desarrollos más importantes de las principales redes sociales del momento giran en torno al video.

Facebook captó su importancia y podría decirse que hoy es la red de video más importante que existe, por encima de YouTube. Twitter lo incorporó porque su supervivencia dependía de ello. A su vez, adquirió Periscope, a lo que Facebook le respondió con Facebook Live. Instagram, de por sí ya una plataforma de video, acaba de habilitar la posibilidad de video en vivo, mientras que Snapchat siempre basó su producto en video.

Estudios realizados en Estados Unidos indican que el 76% de las empresas señalan que el uso del video ha tenido un impacto directo positivo en sus negocios, bien sea para solucionar problemas de comunicaciones internas, resolver una crisis con el público o atraer a un mayor número de consumidores a sus productos.

En política se ha vivido un fenómeno muy interesante con el saliente presidente de los EE.UU.. Barack Obama rompió con la forma que tenían los mandatarios de llegarle a millones de ciudadanos, a través de los medios tradicionales. Éste encontró en los videos un mecanismo más eficiente, barato y cercano para conectarse no solo con sus ciudadanos, sino con el mundo. 

Se recostó en los Hangouts de Google para interactuar con el país. Acudió a videos artesanales para comunicar sus políticas -8,5 millones de video vistas tuvo un video sobre un programa de financiación estudiantil-. En Facebook logró que su video en la cena de corresponsales de la Casa Blanca tuviera más de 42 millones de video vistas, un récord histórico hasta el momento. 

Por si fuera poco, en 2015, la Casa Blanca publicó más de 400 videos en sus canales de YouTube y Vimeo, para un consumo de más 174 millones de minutos. Y esto sin contar las otras plataformas que también ofrecen video nativo. 

Hacer video es un imperativo. En Colombia lo sabemos, pero estamos quedados. Y eso que siempre nos hemos preciado de ir a la vanguardia de las cosas. Salvo excepciones, nuestros políticos, así como muchas empresas, no le han sabido sacar el jugo a este formato. 

¿Por qué? Es una mezcla de ignorancia y desconfianza. Ignorancia por desconocimiento y hasta falta de interés. Desconfianza por las cifras tan abusivas que cobran las productoras -500 millones por un video de dos minutos, por ejemplo-.

La ignorancia y la desconfianza se eliminan estudiando este fenómeno, revisando casos de éxito de otros países, como el de Obama. Hacer video hoy no es caro. Anuncios que se cobraban por cientos de millones de pesos hoy se pueden hacer por un costo muchísimo más reducido, y con una calidad similar. Se puede filmar con celulares y editar con aplicaciones que valen solo 30 mil pesos.  

¡Ojo¡ Este tren no nos puede dejar. Armen sus equipos con videografos y narradores de historias. Les diría que es el lenguaje del futuro. Pero no, es ya del presente.

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