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No más líderes y defensores de derechos humanos asesinados. No más líderes y defensores de derechos humanos asesinados. No más líderes y defensores de derechos humanos asesinados. No más líderes y defensores de derechos humanos asesinados. No más líderes y defensores de derechos humanos asesinados.
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Hasta aquí, esta columna repitió esta frase 60 veces. Según algunas estimaciones, con 442 casos desde el 24 de noviembre de 2016 hasta marzo de 2020, esto es apenas una vez por cada 7,4 líderes sociales asesinados desde 2016. Más de siete columnas serían necesarias para dedicarle al menos un “no más” a cada vida perdida. Al ritmo que escribo para este diario, tres meses y medio en estas.
Cifras, solo cifras, a las que parecemos acostumbrarnos. Por eso, es valiosa la iniciativa de algunos columnistas de contar las historias, las vidas, las de los líderes y de las comunidades para las que trabajan, que están detrás de los números.
Porque aunque no es la única, una de las razones por las que continúan estos asesinatos es que nos caben en la cabeza. Los aceptamos, anestesiados, como parte de la realidad del país. Aunque no será lo único que debamos hacer, parte de lo que tiene que suceder para que esto no ocurra más es que nos parezca imposible. Que no podamos aceptarlo. Que despertemos de la anestesia sin importar nuestra condición social o posición política.
Por eso, hay que decirles a todos, y a nosotros mismos, “no más líderes y defensores de derechos humanos asesinados”.
Quizá la pregunta no sea si somos suficientemente “driven”, sino si sabemos dirigir ese impulso. Si nuestra energía está alineada con lo que de verdad importa
Se da más valor a los comentarios de los selfituristas que a lo que te pueda recomendar un profesional que conoce la atracción, el monumento, la ciudad… y la ha visitado unas cuantas veces
“¿Por qué los hombres se preocupan tanto por la belleza de su propio cuerpo y luego no se preocupan por la belleza de su propia alma?”