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EDITORIAL

Una situación apretada para el remate del año

miércoles, 2 de noviembre de 2022

Con dólar a $5.000, galón de gasolina cerca de $10.000, tasa de interés del emisor en 11% y una inflación que no da tregua en 12%, es difícil creer que el cierre del año tendrá algo bueno

Editorial

Las cifras hablan por sí solas: el peso es una de las monedas más devaluadas en la región, muy a pesar de que divisas similares no cedieron frente al dólar por particularidades internas; es factible que en adelante por un dólar los colombianos tengan que pagar $5.000 o más, lo que representa una devaluación anual de 16%; si este precio se le carga a la canasta familiar, dado que casi 30 de cada 100 productos vienen del exterior, podrá decirse sin miedo a una equivocación que la disparada de la moneda estadounidense presionará la inflación al alza durante los dos últimos meses del año; el dato de octubre se conocerá esta semana, pero desde ya se puede afirmar con certeza que estará por encima de 12%; lo que ha obligado a los codirectores del Banco de la República a subir las tasas hasta 11% y que lleven este alto costo del dinero a 12% o 13% al final del año, pues siempre son reaccionarios a la fórmula que aplica la Reserva Federal, que hará lo propio y pondrá sus tipos en 4,25%; una acción geoestratégica y financiera que puede anclar el dólar por encima de los $5.100 y arrastrar al piso a monedas duras como la libra, el yen y el euro.

En términos económicos el palo no está para hacer cucharas y las condiciones han cambiado radicalmente; de un crecimiento sostenido de 10,8% durante el año anterior y de 7% este año que termina, el próximo pinta muy malo a la luz de los pronósticos de la banca multilateral que habla de 2%, lo que no es otra cosa que decrecer en dos o tres trimestres, es decir se entrará en una recesión si se empatan dos periodos en rojo. Es inevitable ser pesimista por el rumbo de la economía en el corto plazo, especialmente para las finanzas personas y las familias golpeadas por el elevado costo de vida, el dólar caro, el repunte de los precios de los combustibles, y lo que no es menor, la poca expectativa sobre mejorar su puesto de trabajo.

La puntada final será la tensa negociación del salario mínimo para 2023, discusión que enfrentará a centrales obreras, gremios de la producción bajo la mirada arbitral del Ministerio de Trabajo. El case de los sindicatos está entre 20% y25%, cifras que consideran ajustadas a las necesidades de cubrir la elevada canasta familiar; los empresarios representados por los organizaciones gremiales consideran la inflación causada en 2022 más uno o dos puntos, lo que puede subir solo hasta 15% o 16%. Sería una situación inédita si logran coincidir en torno a 18%, máxime cuando la cartera de Trabajo está jugada con los intereses de los trabajadores, la considerar que será la primera vez que un Gobierno de turno vele más por el poder adquisitivo de las familias.

Pero si se llega a un salario mínimo de más de $1,5 millones, es decir unos US$300 con cambio a $5.000, las cuentas de los empleadores o su modelo económico no les daría y tendrían que aplazar la puesta en marcha de nuevos proyectos y productos hasta que las condiciones económicas mejoren en el país y en el vecindario.

Estamos frente a una situación apretada para el cierre del año, por cuestión de precios, de estabilidad cambiaria, por el manto de incertidumbre política y porque aún no se conocen los pilares fundamentales de un plan de desarrollo en ciernes que sería esa necesaria hoja de ruta que aclararía el panorama político, económico y social de un país que a dos meses del nuevo gobierno no ha encontrado una tregua.

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