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EDITORIAL

Un país de doctores sin muchos doctorados

lunes, 11 de abril de 2016
La República Más
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Para valorar a los doctores y darles el juego que se requiere en una eventual sociedad del conocimiento, hay que dejar de decirle doctor a todo el mundo.

El índice de doctores con estudios de doctorado en Colombia es muy bajo, pues solo hay 5,6 por cada millón de habitantes, pero si no somos rigurosos con los requisitos académicos tenemos que 100 de cada 100 colombianos son doctores, pues culturalmente le decimos a todos los personajes de rango y relevantes en cualquier situación ‘doctor’, como una muestra de respeto, pero sin conocimiento cierto de sus estudios. En pocas palabras, en nuestro país se ha manoseado el máximo nivel académico de un profesional y hemos convertido un alcance meritorio en puro paisaje, en una simple cuestión de saludo. Es como si a todos los militares les dijéramos generales.

En muchos países, estrictamente, solo se le puede llamar doctor a los médicos y a los profesionales que han terminado una investigación científica en cualquier campo en una universidad; es decir, a quienes han hecho una tesis con todos los protocolos que ello implica. La tarea no es fácil, pues para llegar a ese nivel requiere ser profesional, haber hecho una maestría, tener experiencia en el campo que se desempeña, terminar y defender una investigación, todo un proyecto de vida que dura muchos años. Es tan difícil acceder a esta etapa o fase de la vida académica que solo dos de todos los CEO de las 50 empresas más importantes del país son doctores; solo tres ministros pueden poner en su hoja de vida este logro: Gaviria de Salud, Gutiérrez de Minas (e) y Cárdenas de Hacienda. Ningún alcalde de ciudad capital tiene un doctorado como tal; solo seis senadores pueden demostrar que una universidad los ha titulado con ese diploma. Aunque de esos tres casos, uno no es aún doctorando, es decir, no ha terminado la investigación (Claudia López); y el senador Álvaro Uribe tiene varios doctorados Honoris Causa de academias como la Universidad de Metz. Otro caso de la media docena es Daira Galvis, quien demuestra en su hoja de vida estudios de máximo nivel en la Universidad Nacional.

Ahora bien. Colombia no es un país de tecnócratas, como la inmensa mayoría de los pertenecientes a la Ocde, ni se puede afirmar que quien no tenga un doctorado es un profesional de menor calidad. La reflexión se ha desatado con la oportuna aclaración del alcalde de Bogotá, Enrique Peñalosa, sobre el doctorado en Duke University que aparecía en algunas solapas de libros y artículos de prensa, pero que no existía en realidad. El país necesita de doctores, profesionales vinculados a las universidades, ojalá más a las empresas y obviamente a la política, personas que tengan un método científico, posean la capacidad de analizar problemas y de proponer soluciones. Todos los estamentos de importancia en Colombia deben trabajar por la formación de sus miembros, y ese quiebre de tendencia social, solo comienza con esta reflexión: valorar el papel de los verdaderos doctores en todos las situaciones y empezar a borrar de la cultura colombiana de decirle a todo el mundo doctor como una muestra de respeto. Hay que decirle solo a quienes verdaderamente lo sean.  

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