Por una relación constructiva con Estados Unidos

Después de la fratricida Guerra de Los Mil Días, ocurrida en Colombia del 17 de octubre de 1899 al 21 de noviembre de 1902, el país entró en una profunda crisis económica que dejó grandes cicatrices que no se han mejorado más de dos siglos después. No solo el país quedó quebrado económica y socialmente, sino que la provincia de Panamá -el otrora departamento más rico en esa época- declaró su independencia el 3 de noviembre de 1903, apoyada por Estados Unidos, que tenía el objetivo de construir el Canal de Panamá, y para conseguirlo, pagó a Panamá US$10 millones en 1904, una renta anual de US$250.000, por derechos de construcción y explotación del Canal y US$25 millones a Colombia como compensación por la separación de ese departamento.

Pese a recibir ese dinero, el cambio del siglo XIX al XX, le trajo a Colombia graves consecuencias económicas fruto de la devastación de la Guerra de los Mil Días: mala infraestructura, devaluación del peso, caídas en la producción y el comercio, deuda externa, pérdida de Panamá, pero ante todo un acentuado desplazamiento fruto del conflicto entre liberales y conservadores.

Mientras la primera revolución industrial golpeaba a la puerta de los países desarrollados, en Colombia se daba un salto al pasado, incluso con el rompimiento de relaciones con Estados Unidos que se erigía como una potencia mundial que refrendaría luego de dos posteriores guerras mundiales. Era la primera vez que Colombia y Estados Unidos llamaban a respectivas consultas a sus embajadores, fricciones que se olvidaron con el paso de los años y sobre las cuales se construiría una relación fraterna en lo comercial y lo político, que se ha mantenido todo este tiempo, muy a pesar de haber tenido un Presidente de la República sin visa en los años 90 y haber migrado la relación económica a una ayuda militar permanente para atacar los poderes del narcotráfico emergido entre los años 80 y 90.

Hoy el mercado estadounidense representa 30% del comercio exterior colombiano y en ese país se originan más de la mitad de las remesas que llegan, es decir, unos US$6.000 millones. Productos como el café, las flores, las frutas y el petróleo, tienen en el motor de la economía mundial su principal destino, por lo que dejarse tentar por la pelea nacionalista puede ser una verdadera catástrofe económica.

Puede ocurrir que el sesgo ideológico de la actual administración nacional use la disputa con el gobierno estadounidense para profundizar las relaciones con China, pero el país económico actual no lo toleraría porque -literalmente- el grueso de las relaciones económicas son el país del norte, no con la cuenca del Pacífico.

Hoy por hoy, el país no puede darse el lujo de pelear con Estados Unidos bajo ningún motivo, solo es mirar el comercio y la seguridad, y en lugar de establecer un caldo de cultivo proclive a la confrontación, debe apostar por una relación mucho más constructiva y respetuosa con Estados Unidos. Alinearse con Cuba, Nicaragua y Venezuela, sería un suicidio generacional, pues solo es mirar el grado de pobreza, miseria y subdesarrollo que han construido esos gobiernos socialistas.

La delincuencia organizada financiada por el narcotráfico y que se expresa a través de las guerrillas y los carteles, es la más interesada en que la sociedad y los políticos se distancien de Estados Unidos, que es el único poder que hoy los puede poner en cintura con su justicia y fuerza militar.