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EDITORIAL

Peligrosa ‘calma chicha’ en crisis de Venezuela

lunes, 15 de abril de 2019

El medio año empieza a mostrar más cerca su rostro y pasados varios meses del cerco diplomático nada sucede con Venezuela, una calma inquietante que ojalá no dure años

LR

No existe en el idioma español una mejor expresión que ‘calma chicha’ para describir el momento en que ha entrado la situación de Venezuela. El año empezó muy agitado para el régimen dictatorial de Nicolás Maduro, cuando una cruzada diplomática sin precedentes avanzó sobre Caracas y respaldó el gobierno interino de Juan Guaidó, quien a su vez poco a poco ha sido cercado en un sigiloso movimiento de fichas jurídicas de las fuerzas socialistas que mantienen el control férreo de la política venezolana. Las semanas fueron pasando y todo está muy oscuro y estancado en un país que cada día más es presa del habitual desabastecimiento de alimentos y de los apagones eléctricos que lo han llevado a rebajar su bombeo de petróleo a solo unos 750.000 barriles diarios, una cifra de producción de crudo increíble hasta hace solo cinco años.

Cuando se afirma que Venezuela está en medio de una ‘calma chicha’ hay que descomponer las palabras que califican la situación política para poder entender qué está sucediendo. La calma en el vecino país se refleja en una ausencia de agitación local e internacional; una suerte de ausencia de ruido, de movimiento en las calles o en los medios de comunicación internacionales, muchos de los cuales se han resignado a simplemente dejar pasar las cosas, como si lo que vivieran los venezolanos en su propio país ya es parte del paisaje; tal como ocurrió en su momento en la Cuba de los Castro o en la Corea del Norte de Kim Jong-un. El vocablo chicha es derivado del francés chiche, que es avaro; por tanto, una calma chicha quiere advertir que todo está quieto por ahora, pero que las cosas pueden cambiar de un momento a otro. En las narraciones periodísticas, la ‘calma chicha’ no indica nada bueno y presagia algo disruptivo, es un momento de tenso nerviosismo el cual puede desencadenar en cosas traumáticas, como las que se esperan vengan de Venezuela, luego del frenado cerco diplomático.

Maduro no ha vuelto a salir a la plaza pública a desafiar a Trump, ni a insultar al presidente Duque, comportamientos que pueden reforzar la idea de la cubanización del régimen; una actitud típica de los viejos gobernantes soviéticos y comunistas que se iban constituyendo como mitos políticos, mientras que quienes mandaban y llevaban las riendas de los países eran los militares y ministros. El problema para Colombia es que lo que está sucediendo en Venezuela no es una cosa extraña al otro lado del mundo, sino que es justo al otro lado de una frontera porosa de más de 2.219 kilómetros por la cual entran y salen muchas personas; unas con intenciones de buscar una vida mejor, otras para contrabandear productos escasos o regulados allá, y algunos personajes peligrosos que pasan a este lado para espiar, desestabilizar y controlar a los miles de compatriotas que llegan.

La ‘calma chicha’ que se vive hoy en Venezuela es más que preocupante y ahora más que nunca debemos rodear a los países que han insistido en el desgastado cerco diplomático para que aceleren una fase adicional en busca de hacer caer el régimen dictatorial que ha destrizado el modelo económico de un país que otrora disfrutaba de la riqueza del petróleo. No es el momento para quedarse esperando a ver qué pasa, pues pueden transcurrir muchos años y el anhelado cambio solo se quedará suspendido en el tiempo.

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