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EDITORIAL

No podemos ser inferiores al reto de la paz

miércoles, 24 de septiembre de 2014
La República Más
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Nunca antes habíamos estado tan cerca alcanzar un acuerdo de paz con la guerrilla, pero ¿podremos llegar a la firma?. 

Con la desclasificación de los acuerdos alcanzados entre el Gobierno Nacional y las Farc se cruza una nueva etapa en pos del epílogo del conflicto que ha desangrado a Colombia por casi seis décadas. Se ha intentado casi todo lo políticamente posible en La Habana y ya se ven los resultados de esa polémica mesa de diálogos que va rumbo a cumplir los tres años; el primer gran logro es que el frenesí de la guerra interna ha mermado, así se presenten en algunas regiones del país docenas de hostilidades que dejan muertos y siembran desolación entre los colombianos.

No vemos una luz al final del túnel, pues la guerrilla no ha dejado de matar y hay un brazo político de derecha que le atraviesa insistentemente palos en la rueda a una paz que algún día debe llegar para las nuevas generaciones. Y decimos ‘paz’ porque ese es el nombre general y el anhelo de todos los colombianos; una paz total con justicia que elimine la delincuencia común, el crimen organizado y que deje sin piso a los narcotraficantes, quienes se han lucrado de un país en guerra permanente y con una panorama social revuelto.

Bien lo dice el ministro del Interior, Juan Fernando Cristo, cuando afirma que “revelar los acuerdos de La Habana con las Farc es una señal clarísima en el proceso para generar transparencia y demostrar que vamos por muy buen camino, y servirá también para desvirtuar los ataques de los críticos que se han inventado lo que supuestamente se está haciendo en Cuba”. Esta última acción del Gobierno deja sin piso a los promotores del rompimiento de los diálogos y pone la pelota en terreno de las guerrillas que aún no han dado muestras de querer finalizar este derramamiento de sangre. Ahora le toca a los guerrilleros y a los enemigos agazapados de la paz mover sus fichas en consonancia del querer nacional y es llegar cuanto antes a una finalización de la guerra interna.

Los colombianos de hoy, quienes manejan las empresas, que ocupan cargos públicos, que fueron elegidos como mandatarios locales y regionales; que generan opinión o informan y los miles de ciudadanos comunes y corrientes, no pueden ser inferiores a los retos que impone la paz. Lo más fácil es vivir como siempre lo hemos hecho en medio de masacres, tomas de poblaciones, secuestros, extorsiones, combates, emboscadas, pescas milagrosas y toda esa suerte de delitos que nos han hecho célebres en la región y que han cegado la vida de miles y miles de colombianos. Firmar un acuerdo con la guerrilla para ir construyendo la paz y llegar a un sólido posconflicto es un asunto de todos, no solo de los gobernantes. No podemos seguir siendo el único país de América Latina donde aún subsistan los enfrentamientos entre colombianos por pareceres políticos.

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