MI SELECCIÓN DE NOTICIAS
Noticias personalizadas, de acuerdo a sus temas de interés
La cifra de crecimiento económico sorprende con un eventual 9,5% que puede subir a 10%, pero no será igual para todos los sectores; la minería no tendrá ningún repunte este año
Hace más de una década, por allá en 2010, el presidente de entonces, Juan Manuel Santos, lanzó las llamadas locomotoras para el desarrollo, una suerte de plan económico de reactivación mediante el cual identificó unos motores sectoriales para proyectar generar 2,4 millones de empleos nuevos hasta 2014, formalizar 500.000 puestos informales y reducir el desempleo por debajo de 9% a 2014 y a 6% para 2020.
Al final de su mandato, esas locomotoras no tuvieron mucha tracción; no salieron de las estaciones, muy pocas cosas se lograron, pero al menos había un plan que evaluar. Los gobiernos, desde las Cuatro Estrategias de Misael Pastrana, se la juegan con planes de crecimiento a partir de actividades o sectores prioritarios o concretos para que se conviertan en motores de crecimiento que arrastren toda la economía.
Duque insistió en la economía naranja; una ilusión frustrada, no solo por la larga pandemia, sino por lo etéreo del concepto y porque no había liderazgo en ningún sector específico. Se cayó en un limbo de responsabilidades en donde todo podía ser economías creativas. Ahora que el Gobierno Nacional logrará que la economía crezca casi 10% durante este 2021, hay que empezar a construir sobre los sectores de mejor comportamiento, pero al mismo tiempo hay que detallar lo que poco crecen para reforzarlos a pesar de sus grandes posibilidades.
Las locomotoras de Santos eran: infraestructura, agricultura, vivienda, innovación y minería; la sumatoria de los crecimientos daría dos dígitos, pero nunca se logró. La idea, como objetivos concretos de crecimiento de la producción de bienes, servicios, y, por consiguiente, del empleo, no era mala. Solo que nunca se evalúo ni se hizo seguimiento y en el segundo periodo 2014-2018, ya nadie hablaba de eso.
Puntales angulares como el comercio, la salud, la educación, la recreación, el turismo, los bancos, las cooperativas, las telecomunicaciones y el transporte sepultaron las locomotoras de ese Gobierno. ¿Pero, qué pasó con la minería? Desde entonces, el país económico ha patinado en medio de férreas ideas sostenibles, ambientalistas, consulta previas, comunidades y algunos frentes bien complicados de desatascar políticamente, y ese dinámico e histórico sector fundamental para la economía pasó a ser un auténtico activo tóxico huérfano en términos de políticas públicas. Hoy solo aporta 2% del PIB, pero es casi 20% de las exportaciones y no hay mucho que mostrar.
Las licencias ambientales y sociales de la gran minería están estancadas, nadie quiere hablar de ellas, mientras las comunidades ubicadas en zonas de influencia minera esperan que haya luz verde para arrancar proyectos de gran y media minería metálica que les brinde regalías y les mejore la calidad de vida. El sector minero (sin el energético) es el más dinámico en inversión extranjera, pero las condiciones del país han cambiado y la seguridad jurídica para las empresas se ha visto vulnerada en muchos casos.
Se necesita que haya una hoja de ruta, tipo locomotoras para el desarrollo, que vincule a la minería en la visión de país a largo plazo. Hay mucha amenazas para el sector, pero no se puede desconocer el impacto que tiene en las regiones; mucho menos se le debe dejar a los ilegales la explotación de la minería metálica, subsector fundamental para cualquier idea de desarrollo vinculado a la cuarta revolución industrial, a la sostenibilidad y hasta a la economía naranja.
La onza de oro en el mercado internacional alcanza precios récord y Colombia está entre los mayores productores del mineral, pero en la economía poco o nada se habla del tema
Europa con aranceles de 200% al vino, champán, cervezas, más otras bebidas alcohólicas producidas por los países comunitarios, puede entrar en una profunda crisis sin precedentes
La salida del exministro Luis Carlos Reyes del Gobierno destapa una relación muy dañina para la economía, la fuerte relación entre el contrabando y algunos políticos influyentes