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El país no puede vivir gastando recursos en censos que no convierte en leyes ni pone en práctica para diseñar políticas públicas de cara a la nación que muestran los números
Hubo humo blanco sobre el número de colombianos y por fin sabemos con bases estadísticas oficiales que somos 48.258.494. Mucho menos de los 50 millones que vaticinaban las proyecciones con base en el censo de 2005 y más de la cifra que el actual Dane dijo al comienzo del año de solo 45 millones. Por fin se conocieron las cifras públicas del censo realizado el año pasado que le costó al fisco nacional casi medio billón de pesos y que era necesario, pues las políticas públicas se pintaban sobre números de 2005; la idea es que un país cuente su población periódicamente, que conozca cómo viven sus gentes y cuáles son sus usos culturales y las costumbres de consumo, por lo menos cada década para que todas las acciones de un Estado eficiente se puedan aplicar.
Muchas verdades a medias tiene el censo a la luz de las cifras publicadas al final de esta semana. La primera es que Bogotá es una ciudad de un poco más de siete millones de personas (7’181.469), eso dicen las cifras y se demuestra que la ciudad expulsa habitantes para los llamados “pueblos dormitorios” que han crecido notablemente sus poblaciones. No se necesita ser un gran estadístico para advertir que no son siete millones sino muchos más si contamos al “gran Bogotá” que recoge municipios como Soacha, La Calera, Fusa, Mosquera y otros cuantos que son utilizados por miles de personas para pernoctar, pero trabajan en la capital. La afirmación se comprueba al detallar que el departamento de Cundinamarca ya tiene 2,7 millones de personas, la inmensa mayoría de las cuales se concentran en los pueblos conectados con el Distrito. El segundo punto de discordia tiene que ver con los extranjeros: el censo habla de 965.015 no colombianos que residen en el país; una cifra muy pequeña si miramos o atendemos al casi millón y medio de venezolanos que dice la ONU ha recibido Colombia desde que empezó la diáspora hace casi dos años. La prueba de esta afirmación puede estar en que más de cuatro millones de personas se quedaron sin ser censadas. Esto se debe a una serie de fallas en la recolección de la información del censo de población y vivienda de 2018 que oficialmente dejó por fuera de la medición a 4,09 millones.
El resto de anuncios del Dane son muy ciertos como es que Colombia envejece, que crece la participación de las mujeres en los hogares y en el mundo laboral; que hay más de trece millones de hogares, que a su vez son cada vez más pequeños y que hay menos niños. Toda una serie de tendencias globales de las cuales Colombia no se escapa. Hay muchas cosas por mejorar en la aplicación de lo que dicta el censo, eso sí, teniendo en cuenta que hay una desviación de 8,5% cifra desafortunadamente muy alta. El número de población omitida debió ser menor para que el Congreso de la República no tenga mayores alternativas que hacer de este estudio una ley de la Nación para que los datos dicten las políticas públicas que de allí se derivan. Hay una realidad y es que el país se está urbanizando a pasos agigantados y que los habitantes en las zonas rurales apartadas son cada vez más escasos, lo cual dicta que ocho de cada 10 colombianos viven en una cabecera urbana, eso cambia la forma como se eligen a los gobernadores o los alcaldes y pone a pensar al país sobre la representatividad del Congreso. Por ahora es clave que este censo sea una ley y que se trabaje sobre esas cifras.
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