A la ola de paros y protestas que azotaron al país económico hace un par de semanas no hay que verlas del todo por el lado malo. Si bien los destrozos al inmobiliario urbano son criticables, la situación puso en la agenda pública el papel de los productores agropecuarios en la economía. Surgieron conceptos claves para el desarrollo como pueden ser la seguridad alimentaria, la producción de alimentos, el impuesto a las tierras sin explotar, entre otras definiciones que tendrá que ampliar por medio de políticas públicas el nuevo ministro de Agricultura.
El Ejecutivo, los productores agropecuarios, las empresas que viven de los fertilizantes, la mano de obra rural y propietarios de fincas productivas deben tener voz y voto en todas esas definiciones para empezar a construir un sector agropecuario sólido frente a la competencia internacional. ¿Por dónde empezar para llevar al campo al siglo XXI? Debe haber mayor relevancia a la productividad agropecuaria; hay que replantear la política comercial que cobija el sector; se debe regular los costos de los insumos; el Gobierno debe pensar en la importación directa de muchos abonos y fertilizantes; deben establecerse franjas de precios, y por supuesto ofrecer créditos blandos para proyectos productivos que aporten al agro, a las economías familiares de campesinos y a los grandes desarrollos agro industriales.
En desarrollo del campo colombiano deben estar presentes, el sector financiero, los industriales, los constructores y todas aquellas empresas del base innovadora que quieran aportar las nuevas herramientas tecnológicas y llevar la asistencia técnica a otras esferas. El campo también debe tener wifi, debe contar con cobertura de telefonía celular y contar con medios pago electrónicos. La tecnología debe ir más allá de las goteras de las grandes ciudades. Pero son los temas sensibles en los que las partes en discusión difieren giran entorno a la política de tierras e inversión extranjera. Unos agentes agropecuarios que no acepten que deben tributar para poder ser sujetos bancarios y de políticas públicas, pueden condenar a otros siglos de olvido a la producción agropecuaria.
El nuevo Ministro de Agricultura, los actores de las últimas protestas, los empresarios que viven de los abonos y los fertilizantes, las autoridades locales y regionales, así como la mano de obra no calificada y que esté organizada en las centrales obreras, tienen una oportunidad de oro para construir el sector agropecuario del futuro, que es el que todos queremos y que es el sector más que estratégico para la economía colombiana, que está llamada a explotar las riquezas naturales y la vocación de despensa que podamos tener. Para nadie es un secreto que en vender comida hay algo de futuro.