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EDITORIAL

Los oscuros ganadores del miedo

jueves, 17 de mayo de 2012
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El atentado contra Fernando Londoño no debe enrarecer el panorama. Colombia emprendió un camino que debe seguir firme.

Nuestro país ha vivido capturado por los violentos durante casi seis décadas de su corta historia. Generaciones enteras de colombianos no han conocido dos años seguidos de paz, lo que ha engendrado una cultura violenta que reacciona con venganza frente a cada hecho delictivo. La pregunta oportuna en estos momentos de incertidumbre y tristeza es si quienes somos actores del presente seguiremos sin encontrarle una solución a este miedo crónico que ciega el futuro de nuestros hijos.

Seguimos presos de los oscuros ganadores del miedo nacional. Casi diez mil colombianos de todos los estratos socioeconómicos tienen que pasar sus días sometidos al estrés que produce vivir entre carros blindados, escoltas, esquemas de seguridad, vigilancia a sus hogares, protección a sus esposas e hijos y los agresivos esquemas de movilización que generan cada vez más rechazo por parte de quienes van en sus vehículos particulares y se siente intimidados por dichos operativos de seguridad en donde todos desconfían de todos.

Del presupuesto nacional sale cerca de medio billón de pesos cada año para mantener los esquemas de seguridad oficiales para esos casi 10.000 colombianos en riesgo de atentados; sin contar las millonarias inversiones que hacen las empresas privadas en protección de sus ejecutivos, en la adecuación de automóviles y en esquemas de protección que nunca llegan a la luz pública porque son confidenciales. Es toda una economía del miedo que mueve miles de millones al año y que no le aportan nada a nadie más allá que su derecho a vivir libremente. Es una reflexión simplista pero cierta.

Lo peor de esta situación es que la mayoría de los colombianos nos acostumbramos a vivir con miedo y otros a vivir del miedo de los colombianos. Muchos ganan dinero a partir de la sensación de terror que producen los violentos con actos como los del pasado martes cuando atentaron contra la vida del ex ministro del Interior y Justicia, Fernando Londoño. No podemos caer en venganzas, sabemos desde hace décadas que existen peligrosos enemigos del Estado agazapados en la sociedad y que cada vez con menor frecuencia se levantan en contra de sus opositores más visibles.

Colombia durante los dos últimos años ha cosechado con creces los frutos económicos de una incipiente seguridad democrática sembrada por la pasada administración y en la que no podemos ceder. El país que el presidente Santos está proyectando es el adecuado y en muy poco tiempo se han logrado cosas antes impensables, pero en materia de seguridad no se puede retroceder, pues los logros como el grado de inversión, la inversión privada externa y firmas de nuevos tratados comerciales, quedarán en el limbo.

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