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Así será la conmoción interior
El fracaso de pagar delincuentes para que no delincan, abandonar el territorio por parte de las fuerzas militares, respetar los cultivos ilícitos y no combatir grupos delincuenciales
Poco a poco el mandato del presidente Gustavo Petro, que irá hasta agosto del próximo año, se va esfumando entre los telones de la historia y uno de sus mayores errores, la llamada política pública de paz total, permanecerá como un bache en el devenir colombiano que resucitó a los peores episodios de una guerra interna que ha durado más de seis décadas.
Quizá la mayor esperanza que tenía el país de éste, el primer Gobierno Nacional con ideas puras y duras de izquierda ideológica, era que alcanzaría una paz duradera con los grupos remanentes de la guerrilla, los narcotraficantes y las docenas de grupos delincuenciales que se han hecho más fuertes en cada rincón del país.
No hay ninguna duda que los distintos grupos criminales colombianos son hoy mucho más fuertes y que han logrado desnudar la incapacidad del Estado para contener la violencia generalizada y garantizar una paz duradera.
Era obvio esperar que un Presidente de la República fruto político de un proceso de paz, tal como es Gustavo Petro, entendiera la manera de alcanzar la paz total y tuviese fórmulas para reconciliar al país, pero hasta ahora, todo ha sido una frustración.
No es sino mirar la dramática situación que se vive en la frontera con Venezuela, (Catatumbo), en el suroccidente (Pacífico) y en varios municipios dispersos en donde la guerrilla del ELN se enfrenta a campo abierto con las disidencias remanentes de las Farc, en un tenebroso sainete en el que las Fuerzas Militares solo son observadores pasivos, convidados de piedra amarrados por el Estado, en medio del sufrimiento la destrucción de pueblos y veredas.
Petro fracasó al tratar de hacer componendas con los delincuentes, darles la oportunidad de reintegrarse a una sociedad que les iba a dar la oportunidad de redimirse; Petro fracasó en pagarles a los delincuentes para que no delincan; Petro fracasó en su idea de no exigirles a las Fuerzas Militares estar presentes en todos los rincones de Colombia, en abandonar la soberanía urbana y rural, espacios en donde se hicieron fuertes los delincuentes; Petro fracasó al considerar a los cultivadores de hoja de coca víctimas de los narcotraficantes, no socios estratégicos, y al respetar a los cultivos que son el origen de la desgracia nacional del narcotráfico, y Petro fracasó al no combatir con fuerza a pequeños grupos delincuenciales que hoy controlan territorios.
No se puede llorar sobre la leche derramada y las condiciones geopolíticas de 2025 son muy distintas a las de 2022, cuando comenzó la actual administración nacional; Donald Trump tiene el ojo puesto en América Latina con los problemas que le generan a su país: las migraciones, los carteles del narcotráfico, los hostiles gobiernos socialistas de Cuba, Nicaragua y Venezuela y el avance de China como socio estratégico de la infraestructura y el comercio de la región.
No serán fáciles para el Gobierno Nacional sus días de aquí a agosto de 2026, por el simple hecho de la incapacidad del Ministerio de Defensa de ejercer control sobre todo el territorio y dejar que los delincuentes sean quienes garanticen la calma chicha en el grueso de los 1.103 municipios que tiene Colombia.
La inacción es acción, y si se quiere estabilizar al país en términos de mejor orden público, se debe obligar a las Fuerzas Militares a tener un plan de estabilización en términos de seguridad para todos. Lo mínimo de un Gobierno es garantizar tranquilidad y convivencia.
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