La revolución de los paraguas

Por estos días de turbulencia en el sudoeste asiático, los analistas de temas políticos, geográficos y económicos nos hablan de las dos chinas: una pobre y esclavizada por el neocapitalismo que los consume y otra competitiva, pujante y consumista, que crece según las reglas que le ha impuesto el capitalismo de occidente. Pero no solo hay dos países, hay varias chinas en una sola que para mantenerlas unidas y aferradas a su capital política y sede del Partido, se necesita autoridad, disciplina, unanimismo, control y convergencia. Justamente todos esos valores no existen en las redes sociales, caracterizadas por la anarquía, el descontrol, la tendencias, la globalización y todas esas señas de los nativos digitales que no quieren ser guiados por líderes como si fueran hormigas. Y esa tendencia social en China tiene su epicentro en la floreciente Hong Kong, el punto más occidental en términos de cultura de China y el referente de desarrollo para el sudoeste asiático.

Todo comenzó a fines de agosto pasado cuando el Parlamento chino aprobó una reforma electoral que implanta un sistema de elecciones en las que se restringe el grupo de candidatos para los próximos comicios generales en tres años más, hasta 2018 y justamente es todo lo que los hongkoneses no esperaban. Para entender su descontento solo hay que mirar la reciente historia de ese punto de la geografía del gran Pacífico que casi hemos olvidado. Hasta 1997, Hong Kong era un punto geográfico controlado por Gran Bretaña, que al devolver la isla a los chinos puso la condición de que fuera un país con dos sistemas, marco político que le brindaría autonomía con respecto al resto de China. El punto de quiebre fue que en agosto se anunció por primera vez que los hongkoneses tendrían la posibilidad de elegir a sus líderes en comicios privados.

Pocos candidatos tendrán la posibilidad de participar, pues habrá una preselección hecha por una comisión de 1.200 miembros. Fue la gota que rebosó la copa en una región que es muy rica e interconectada si se compara con el resto de China, en donde este tipo de arbitrariedades diplomáticas son perfectamente toleradas. El objetivo de un colorido y sonoro movimiento es presionar por unas elecciones libres en 2017 y para conseguirlo los manifestantes quieren bloquear las actividades financieras de Hong Kong, que es la capital económica de la cuenca del Pacífico.

Vivimos una época diferente, un mundo interconectado donde China es un ejemplo de compenetración con occidente. Así pues, las acciones del Partido no pueden ser iguales a las ejecutadas en la Plaza de Tiananmén en 1989 o en Tibet en 1957. A la China de hoy todo el mundo la mira y debe diferenciarse del modelo de represión que bien sería aceptado en Corea del Norte, pero no en la China actual.