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A pocas semanas de terminar este año, las nuevas tecnologías se vuelven más frenéticas y los cambios en la vida moderna son más evidentes.
Expresiones de ¡cómo ha cambiado la vida! y ¡nada es como antes! Son comunes para referirse a la evolución de costumbres, técnicas y procesos de la sociedad, haciendo la diferenciación nostálgica con el pasado. Sin embargo, a esas frases hay que responder con otra también del refranero popular ¡y lo que vendrá!. Cierto. Mientras el mundo se debate en una alocada agenda de coyuntura que incluye asuntos importantes como las elecciones en Estados Unidos, los refugiados en Europa, la brutal guerra en Siria, el reacomodamiento chino y las maniobras rusas para recuperar el poder, el mundo sigue su ruta por el empuje de la tecnología y el desarrollo puesto al servicio de la sociedad y cuyo alcance no deja de sorprender pues resultaba inimaginable hace un tiempo.
Quizá el más grande e importante desarrollo está, en muy poco tiempo, en que la inteligencia dejará de ser una exclusividad de los humanos, sino que habrá inteligencia artificial, pues ya se está programando a las máquinas no solo para que repitan y reproduzcan lo que el hombre quiere, sino para que aprendan y tengan su propia autonomía. Ese desarrollo ayudará al ser humano a multiplicar sus capacidades, pero también a que las máquinas lo sobrepasen. Un chip bajo la piel permitirá guardar datos y vivencias, monitorear ubicación y conductas, perdiendo privacidad, para bien y para mal. La medicina sufrirá una revolución sin precedentes, gracias a la ciencia y tecnología, lo cual tendrá efectos sobre la longevidad, bienestar y calidad de vida. La salud será monitoreada desde la ropa o una pulsera para prevenir o anticipar problemas. Las transformaciones alcanzarán niveles no imaginados. La vida urbana va a cambiar radicalmente gracias al auge de las ciudades inteligentes, cuya modernización se funda en internet de las cosas y la sensorización, que se aplicará a la solución de los problemas de infraestructura, movilidad, medio ambiente, comunicaciones y procesos, todo para ganar en eficiencia y productividad. Y el mundo seguirá reduciendo su dependencia de los combustibles fósiles en favor de energía más limpia y barata.
El manejo de la economía también será objeto de cambios radicales, pues es una realidad que, por ejemplo, los bancos centrales dejen de emitir billetes para dar paso al dinero virtual, lo cual no solo será más barato al no tener que transportarse el papel, sino más seguro, al evitar los robos. Un primer paso es que las operaciones entre bancos ya no están requiriendo el uso del dinero como lo conocemos. La educación online estará a la orden del día y no habrá desplazamiento hacia unas instalaciones físicas, tendremos que aprender a soportar un mundo de drones volando encima que atenderán nuestros pedidos diarios y el auto sin chofer será una realidad en el futuro próximo. El proceso material y físico que nos espera será muy grande, pero sin pretender cuestionarlo, no es tan claro el mismo avance que involucre el comportamiento para evitar guerras o asuntos menos globales como el desempleo, la inflación o la corrupción y malos manejos. No todo puede ser perfecto.
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