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La idea de hacer reuniones regionales para hablar de impuestos es novedosa y dista de las típicas misiones de expertos; puede ser el camino para sacar una tributaria estructural
El rally de los tecnócratas del Banco de la República, Planeación Nacional y el Ministerio de Hacienda es siempre el mismo desde mediados de los años 80. Por lo general son economistas de la Universidad de Los Andes, Javeriana o Nacional; hacen sus prácticas de carrera como investigadores junior en Fedesarrollo o Anif, en donde afinan su econometría aplicando el mantra académico de que “hay que hacerle la matemática a ese problema”. Luego, se emplean un par de años, máximo cinco, en el Gobierno Nacional, en donde encuentran una beca para su maestría, y más ahora un PhD, en alguna Ivy League de Estados Unidos, o las Oxbridge de Gran Bretaña, y regresan nuevamente al servicio público en categoría de directores de investigaciones, viceministros, y cada vez más a la alta gerencia de alguna institución financiera.
Siempre alternan su rally con horas de cátedra en sus universidades. Solo un puñado se convierte en codirectores del Emisor, directores de Planeación y muy pocos en ministros de Hacienda, Comercio o Minas. Para ser jefes de esas carteras deben haber estado en cargos relevantes en la banca multilateral, en Wall Street o estar vinculados como profesores e investigadores en universidades de talla mundial. Dicho plan de carrera le ha permitido a Colombia ser un país bien manejado en su macroeconomía, pero muy descuadrado en sus planes de desarrollo y menos en la erradicación de los problemas duros de solucionar como la pobreza, la desigualdad, la precariedad y la inequidad.
A pesar de una tecnocracia con buena reputación regional, Colombia sigue con indicadores estancados en tributación, competitividad, seguridad jurídica, oferta exportadora e infraestructura, entre otros, que brillan cuando se comparan con países de la Alianza del Pacífico o la Ocde. Pero en lo más atrasados, es en su sistema de tributación.
No hay sistema productivo que aguante una reforma tributaria cada año, eso atenta contra cualquier hoja de ruta de crecimiento empresarial. A los ministros de Hacienda y al mismo Congreso, les ha quedado grande hacer una reforma tributaria estructural y siempre que lo intentan acuden a la raída idea de convocar una misión o comisión de expertos para que aconsejen cosas que nunca se ponen en práctica. El Gobierno Nacional, a través del nuevo Ministerio de Hacienda, va a probar con una serie de encuentros, reuniones o foros regionales, de donde ojalá surja un consenso para una nueva reforma tributaria, que sea la estructural que todos esperan y le devuelva el grado de inversión al país. El sector privado ya aceptó que va a pagar más impuestos por medio de un documento de la Andi; así las cosas, lo grueso está listo, solo hay que mejorar los impuestos al consumo y los tributos regionales que siguen siendo un remedo de contribución.
El ministro José Manuel Restrepo tiene una oportunidad de oro para hacer lo que sus antecesores, y miembros del rally, no han podido: sacar adelante una reforma tributaria estructural de consenso que le deje el camino pavimentado al próximo Gobierno Nacional. Esa debe ser su herencia para la economía colombiana, hay que olvidarse de los consejos de “paños de agua tibia”, pues las necesidades de inversión en un país desarticulado son inmensas. Y en ese orden de ideas, hay que obligar a los congresistas a que se comprometan con el país y se dejen de cálculos electoreros.
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