La confianza del consumidor aún está en deuda

En octubre el Índice de Confianza del Consumidor de Fedesarrollo subió 1,7 puntos porcentuales hasta alcanzar -1,3%, continuando con la tendencia alcista que empezó el septiembre pasado, luego del fuerte retroceso en agosto. Así las cosas, la confianza de los consumidores alcanzó su nivel más alto desde enero del año pasado, pero aún está en deuda, en terreno negativo, a solo un par de puntos para quebrarle el espinazo al pesimismo que ha sido la constante desde que comenzó la pandemia en marzo de 2020.

Según la definición técnica del Banco de la República, “este índice resume la percepción y las expectativas de los consumidores sobre las condiciones económicas del país y de sus hogares, así como la disposición de los individuos para realizar gastos en bienes durables, como muebles, electrodomésticos, vehículos, e incluso decisiones de más largo plazo, como la adquisición de vivienda”. Mapea el comportamiento de la demanda e identifica los cambios en las preferencias y en los hábitos de consumo de las familias; es el promedio de cinco preguntas de la Encuesta de Opinión al Consumidor.

A partir de este termómetro también se construyen otros dos indicadores fundamentales para hacerle seguimiento a la economía: el Índice de Condiciones Económicas de los Hogares y el Índice de Expectativas de los Consumidores, toda una batería de insumos econométricos para saber en qué está el comportamiento económico desde el punto de vista de los consumidores.

Si las cosas continúan como van, lo más probable es que los datos de este noviembre sean mejores y la confianza de los consumidores entre en terreno positivo en los dos últimos meses del año, una situación que no se veía desde hace un par de años y que corrobora las expectativas de crecimiento económico que vaticinan los expertos que le apuestan a un alza del PIB en torno a 10%.

Dice Fedesarrollo que “la mejora en la confianza está en línea con otros indicadores líderes que hemos venido monitoreando como la demanda de energía, los indicadores de movilidad y, en general, todos esos datos que nos llevaron hace unas semanas a subir el pronóstico de crecimiento de la economía a 9,5%. Estas cifras de confianza reflejan que, en efecto, ha habido una mejora en el mercado laboral y en la actividad productiva, pero no es para cantar victoria, no es que estemos ya con los niveles prepandemia, aunque esto da un mensaje de que ha iniciado de manera sustancial el camino de la recuperación económica”.

El comportamiento de la economía de Bogotá es el que más alienta las cifras, pues representa 25% del valor agregado y es fundamental para todo el crecimiento general; la capital del país ya está en terreno positivo, con 0,2%; Medellín igualmente, con 1%, pero Cali y Barranquilla están rezagadas con -8,1% y -10,5%, respectivamente.

Pueden cernirse nubarrones sobre esta buena tendencia, provenientes de la tasa de cambio y la inflación; primero, las expectativas de consumo pueden perder el impulso para bienes durables como los vehículos nuevos o tecnología de larga duración por el costo del dólar que, en contravía con el precio del petróleo, está alto, pero también la variación de precios puede golpear a los más pobres, pues el dinero no les alcanza para adquirir bienes de primera necesidad, también importados, y por el elevado precio de los alimentos experimentado en los últimos meses.