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La Opep prevé aumento de 2,3% en la demanda de petróleo respecto a 2022, buena noticia para la economía colombiana, pero el Gobierno con su terquedad de cero extractivos cierra la puerta
Mientras que a algunos países, especialmente a los europeos, les llegan malas noticias del panorama petrolero mundial, para otros como Colombia, es una absoluta necedad no regocijarse ni montarse en semejante notición que puede representar grandes negocios, inentendible en un país que necesita reducir la pobreza y precariedades.
La industria petrolera global ha decidido hacer recortes en el suministro de petróleo, que desencadenarán un déficit de abastecimiento de alrededor de 2 millones de barriles diarios al final del año, lo que no es otra cosa que barril de crudo cerca o por encima de los US$100. Con el argumento de apoyar la estabilidad del mercado petrolero, productores del oriente medio lideraron la estrategia.
La Agencia Internacional de Energía dice que esta decisión tiene riesgos para el futuro. En las últimas semanas el petróleo ha subido a casi a US$90 el barril, externalidad que no ayuda a bajar la inflación y no contribuye con el crecimiento económico mundial, que en las reuniones de primavera fue revisado a la baja a menos de 3% (Colombia 1%).
Es casi seguro que el petróleo vuelva a superar US$100 el barril, tal como hizo el año pasado tras la invasión a Ucrania. Dice la Agencia que el consumo aumentará este año en 2,3 millones de barriles por día y alcanzará el récord de 101,89 millones diarios, 2,3% más que en 2022. Una cifra que se convierte en la jugadora del mercado para que unos países sufran y otros gocen.
Lo curioso es que Colombia podría estar en el segundo grupo, pero ha decidido ubicarse en el equipo de los adoloridos por la deliberada estrategia de oponerse, como política de Estado, a las extracciones mineras y petroleras, que le han dado ingresos a los gobiernos para que puedan invertir, desarrollar infraestructuras e intentar disminuir la precariedad crónica y reinante. Si bien es cierto que los combustibles fósiles están amenazados de muerte y que su reinado está comprometido, no es el momento para decirle no al barril de petróleo al precio que se espera para finales de año.
Quizá la terquedad política (y económica) de no extraer los recursos naturales con los que goza el subsuelo colombiano, a pesar de la inmensa pobreza, es una de las decisiones más erráticas que ningún país ha cometido en la región. Ni Boric en Chile le ha dicho no al cobre, mucho menos Amlo en México con su petróleo, ni Maduro se ha resistido a dejar de vivir de los hidrocarburos.
Los recursos naturales son un bien escaso que se agota, pero en este momento más que eso suceda puede pasar que pasarán de moda sin que un país necesitado de desarrollo, como el nuestro, se beneficie dándoles la espalda a más de 21 millones de pobres (7 en medio de la miseria) para que salgan de su estado. No solo es aprovechar el foco y la estrategia que ha crecido con Ecopetrol, hoy motor de la economía colombiana, sino diseñar una seguridad jurídica para que empresas dedicadas al gas natural y al petróleo, inviertan en Colombia en las condiciones modernas de sostenibilidad y respeto por el ambiente que dicta el mercado.
Claro que hay razones para ser optimistas por el crecimiento del país en un año malo como será este resto de 2023, solo que el Gobierno Nacional no quiere aumentar sus ingresos derivados del petróleo, máxime ahora que hay más de medio millón de barriles por fuera del mercado, suministro al que bien le podría aportar el país.
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