Fórmulas para atajar otro gran dolor de cabeza

El Gobierno Nacional no se puede equivocar en el manejo que le dé a la resurrección del problema inflacionario, un asunto a escala mundial ligado a la cadena de suministros, pero en el que se equivocaron los macroeconomistas cuando lo calificaron de transitorio. La variación de los precios el pasado enero fue 1,67%, cifra que desnuda un alza anualizada en los precios de 6,94%. Un panorama superior a las cifras que esperaba el mercado que le apostaba a 6,20% y fue sorprendido con casi 7%, dato muy por encima al registro de enero de un año atrás, cuando el IPC había crecido 0,41%. Para proponer soluciones hay que mirar el origen del alza sostenida en los precios, que no es otra que los alimentos. Cerca de 40% de la variación mensual está asociada a su componente que aportó 67 puntos básicos a la escalada, seguido por transporte, restaurantes y hoteles, ambos con un aporte de 0,24 puntos básicos. En los incrementos, se observa la presión de los perecederos básicos de la canasta familiar: papa, plátano, carne y leche, que registran mayores costos por menores abastecimientos y un alza importante de los insumos importados. Las prendas de vestir subieron 4,03%; los bienes y servicios para el hogar y su conservación 2,93% (detergentes en polvo, blanqueadores, limpiadores y el jabón en barra para la ropa), y los restaurantes y hoteles, 2,40%. Puede argumentarse que el comienzo del año, enero y febrero, sean meses inflacionarios, pero este año hay un comportamiento inusual, pues si se mira que el promedio histórico no superaba 0,73%, y está por encima de 0,94%, una cifra que ha disparado todas las alarmas y ha obligado al Gobierno Nacional a atajar la situación de elevados precios. Dicho sea de paso la inflación siempre es un impuesto que le pega mucho más duro a los estratos socioeconómicos de menores ingresos; seguramente vendrán más críticas a las carteras de Hacienda y Trabajo que sacaron pecho al final del año pasado cuando el salario mínimo fue incrementado de manera inusual hasta superar $1 millón, con el subsidio de conectividad. Con una cadena de suministros rota y lejos de normalizarse; una fuerte devaluación del peso; escasez de mano de obra en el sector agropecuario y los colombianos con más remesas (dinero proveniente del exterior) y mejores salarios, la situación se convierte en un coctel explosivo de altos precios que no se arreglará con normas, leyes y decretos, menos aún con subsidios a la producción porque los países que le venden sus productos a Colombia más baratos tienen mayor capacidad subsidiaria para su sector productor de alimentos. En las próximas semanas se avanzará en la reglamentación de la Ley de Insumos Agropecuarios, pensada para aliviar los costos a los productores del campo, pero eso no implica que vayan a ser más productivos y competitivos frente a los importados; el Gobierno debe medir muy bien sus estrategias para bajar la inflación, pues derramar grandes recursos y ayudas al poco competitivo sector agropecuario puede ser una verdadera quimera. El tema es estructural y seguramente no se arreglará en los meses que le faltan al Presidente quien saldrá de la Casa de Nariño con una buena gestión en lo económico en general; lástima que el Banco de la República no se haya dado cuenta de la inflación antes para evitar salir a aplicar la única solución que conoce: subir intereses.