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EDITORIAL

En Venezuela no existe costo de vida

miércoles, 20 de febrero de 2019

La salida a la penosa situación de Venezuela no puede retrasarse pues el desespero económico sigue expulsando a miles de personas

Editorial

Ayer en las calles de Caracas un queso costaba US$27, un kilo de carne US$17 y la misma cantidad de azúcar US$5; en Bogotá los mismos productos valen US$3, US$4 y US$1, respectivamente, incluso pueden conseguirse mucho más baratos en los mercados populares, plazas o galerías. Y mientras en la capital colombiana hay una estabilidad de precios en torno a una variación de 0,40% mensual, en Venezuela los costos de los productos cambian hasta tres veces durante una misma jornada en promedios que rondan 200%. Aunque el hecho más preocupante no es el costo sino la escasez que se ha instalado en el vecino país desde hace más de un lustro. Las recientes sanciones impuestas por Estados Unidos a la estatal petrolera, Pdvsa, han disparado más el Índice de Precios al Consumidor y la noción de costo de vida es inoperante en una economía de subsistencia; se ha llegado a una situación de sobrevivencia extrema que sigue forzando a más venezolanos a abandonar caminando su país en busca de bienestar en los países vecinos, obviamente, pasando primero por Colombia, una situación que no es nueva, pero que se ha incrementado en los últimos meses luego de que fuera condenada por gobiernos y organismos multilaterales y que Juan Guaidó se posesionara como presidente interino.

La situación económica se ha agravado tanto que un hogar requiere de 20 salarios mínimos para comprar los productos de la canasta básica, según los datos del Centro de Documentación y Análisis para los Trabajadores, Cenda, que informó que en enero el precio de los productos básicos cuesta US$120, con un incremento de 243% frente a lo registrado en diciembre. Para una familia venezolana la situación es más que desesperada: el salario mínimo asciende a US$5,97 y el Gobierno subsidia con otros US$0,60 la alimentación; lo que quiere decir, que el ingreso básico se esfuma en menos de tres días, dependiendo del número de miembros de la familia. La capacidad adquisitiva es de apenas 5% de la Canasta Alimentaria, nombre que se le da a la Canasta Familiar. Esa lucha diaria contra los aumentos desproporcionados de los precios, más la escasez que limita la oferta de alimentos explica la diáspora que vemos cada vez con mayor frecuencia en las calles de las ciudades colombianas y en todas las grandes troncales que comunican los centros urbanos con los puertos.

Es un imperativo humanitario que el régimen de facto de Nicolás Maduro y los militares que lo respaldan cambie rápidamente para evitar algún desenlace violento en donde se pierdan muchas vidas.

Un trabajador necesita alrededor de US$3,98 diarios para subsistir y ese dinero nunca llega, y si lo tuviera no consigue alimentos en ninguna parte pues los pocos que existen son manipulados por los militares que manejan los suministros. Solo se consiguen 20 de los 60 productos que componen la canasta alimentaria; es toda una odisea conseguir carne de pollo, hígado de res, huevos, café, leche, pasta, harina de maíz, harina de trigo, lentejas y carne de res que son productos de primera necesidad y hoy son considerados como un artículo de lujo. La ayuda humanitaria no es un acto político, mucho menos económico o de consumo, es una verdadera ayuda a un pueblo hermano que está sufriendo por el fracaso de un modelo económico que no quiere soltar el poder político.

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