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EDITORIAL

El subsidio y la transición son temas bipolares

jueves, 15 de septiembre de 2022

Los combustibles tienen subsidios que valen muchos billones al presupuesto nacional y deben desmontarse, máxime cuando el mismo Gobierno habla de acelerar la transición

Editorial

Subsidiar los combustibles y hablar de transición energética son temas contradictorios sobre los cuales el Gobierno Nacional debe hacer mucha claridad para no seguir enredando una situación de por sí bastante compleja. El precio de la gasolina se ubica en promedio en $9.800 en las 13 principales ciudades y el diésel en $9.800. En silencio desde 2007 existe el llamado Fondo de Estabilización de Precios de los Combustibles para amortiguar las variaciones o volatilidad del precio del petróleo a nivel internacional, de tal manera que a los consumidores colombianos no se les cargue dicha externalidad.

Ese Fondo, cubre 57% del costo de la gasolina y 70% del diésel, lo que no es otra cosa que la mayor parte del precio de los combustibles van por cuenta de los impuestos a través del Presupuesto General de la Nación. La idea inicial en ese momento (administración de Álvaro Uribe) era que el Fondo ahorraría cuando los precios estuvieran bajos y financiaría el precio cuando el crudo estuviera alto, pero siempre ha sido deficitario, las deudas siempre son más altas que los ingresos.

En pocas palabras, quedó mal estructurado y los ajustes que le han hecho hasta el momento no han reducido el creciente déficit y la deuda del Gobierno con Ecopetrol se tasa en más de $30 billones, casi dos reformas tributarias tradicionales o el valor de todo el año de utilidades y transferencias que la estatal petrolera le da a su mayor accionista, el Estado.

Lo que no previó el Gobierno pasado y que dejaron pasar todas las autoridades económicas fue que no subir el precio de los combustibles aumentaba la deuda en medio de una ola inflacionaria y un periodo electoral marcado por la pugnacidad y la amenazante protesta social. No sobra decir que el transporte es la variable que más pesa en la fijación de precios de la canasta familiar, además de los servicios públicos, y que si se subía el galón de gasolina y diésel el costo de vida sería muy alto.

El Gobierno de Duque decidió no hacer nada estructural más que diseñar un plan de pago de la deuda que al pasado marzo sumaba $14 billones; José Manuel Restrepo, exministro de Hacienda, hizo un pago de $17 billones, pero el problema sigue intacto. Una luz al final del túnel la señalaron los cálculos del Comité Autónomo de la Regla Fiscal, quienes señalaron este subsidio a los combustibles como regresivo, pues su destino es mayoritariamente centrado en las personas con más altos recursos; dice el Comité que 70% de estas destinaciones las terminan absorbiendo los estratos socioeconómicos de mayores ingresos.

El gran avance de esta coyuntura es que el Gobierno Nacional se va a dar el lapo de subir el precio de los combustibles para hacerle un torniquete al creciente déficit, pero más allá de normalizar esa situación es enfrentar que es imperativo ajustar los precios. No es racional seguir asumiendo un costo tan alto en un subsidio tan ineficiente, totalmente incoherente con la transición energética que promulgó en campaña el mismo presidente Petro. En todo el mundo el consumo de combustibles fósiles está amenazado y le cuesta a quienes deciden, por necesidad o cultura, seguirle fiel. El paradigma es que si los combustibles fósiles siguen siendo la opción más barata (vía subsidios estatales), los consumidores los seguirán prefiriendo y la sostenibilidad, el ambiente y la transición seguirán siendo cuentos chinos o modas pasajeras.

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