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EDITORIAL

El país debe evolucionar la estrategia mini

jueves, 4 de septiembre de 2014
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Mini reforma política, mini reforma salud, mini reforma tributaria. Todo es mini por estos días. Hay que pasar a lo macro. 

La palabra mini sí existe, pero determina a otra que le sigue en una misma frase, incluso siempre se viene a la cabeza para calificar acciones pequeñas o simplemente mínimas. Y por estos días está de moda entre los actores de los poderes ejecutivo y legislativo. Hay una peligrosa fiebre de mini reformas que no son otra cosa que pura y dura mediocridad o falta de ambición. Empecemos por encarar la reforma tributaria estructural a la que se le ha venido sacando el cuerpo desde siempre, convirtiendo el sistema tributario colombiano en una colcha de retazos que hoy nos ponen entre los países menos competitivos, dado el permanente cambio de las reglas de juego impositivas y por los ‘articulitos’.

Llegamos a ese diminutivo que puso de moda uno de los promotores de la polémica reelección de presidentes y que ahora nos convoca a una discusión santanderista que nos aleja una vez más de las discusiones fundamentales. Somos un país político crónicamente predispuesto para las discusiones que no le cambian la vida a las personas, que siempre ve en las reformas y en las leyes las soluciones a las situaciones individuales. Históricamente le ponemos muchas expectativas a las tareas del Congreso de la República y nos olvidamos que los mandatarios locales y regionales tienen gran parte de la solución al desarrollo que tanto anhelamos.

Nos acostumbramos a hacer las cosas pequeñas, no estructurales y cuando cambiamos ‘articulitos’ conllevan a unas políticas públicas envenenadas o cargadas de una intencionalidad subyacente. No solo la reforma tributaria debe ser estructural, anteponiéndose a la mini reforma que hoy predican los encargados. También es necesario hacer una verdadera reforma política, empezar a diseñar y ejecutar un cambio radical en el sistema judicial y llevar a cabo el cambio más ambicioso del sistema de salud. Pero no avanzamos porque siempre habrá un funcionario público (entiéndase ministro) que piensa más en su futuro político que en las verdaderas soluciones que necesita el país.

La popularidad hay que gastársela no en cosas mini o mediocres, sino en las grandes cirugías políticas y económicas que el país necesita con urgencia. Desde la Constitución del 91 no ha habido nada ambicioso que le cambie la historia a Colombia. Y cuando nos enfrentamos a un cambio estructural en alguno de los frentes cruciales lo llevamos a la mínima expresión. Por todo esto, el logro de la paz con las guerrillas es un macro proyecto social que debe ser estructural. La meta debe ser cuantificable, ambiciosa y duradera en el tiempo para poder llamarla una ‘mega’ social. No podemos contentarnos con un cese al fuego unilateral en cada fin de año, debemos pasar a los cambios radicales en nuestra historia. 

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