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La intensidad de las lluvias sube al mismo ritmo que las malas noticias que de allí se desprenden. Colombia no aprende.
Al mismo tiempo que empieza a menguar el registro periodístico sobre la Cumbre de las Américas y su reunión de empresarios en Cartagena, comienza a subir el nivel de las aguas y las trágicas noticias ocasionadas por el invierno. Esta primera temporada de lluvias del año ya deja más de una docena de muertos, según el último balance de la Dirección de Gestión de Riesgo, divulgado ayer. Es una historia de nunca acabar, siempre que llega el invierno nos toma mal preparados y las consecuencias son inevitables.
De acuerdo con los datos oficiales, "se han presentado en el país un total de 275 eventos entre inundaciones, deslizamientos, vendavales, tormentas eléctricas, granizadas, crecientes súbitas y avalanchas (...) Las lluvias afectan a 105 municipios en 28 departamentos en donde reportan daños en 167 vías, 38 centros educativos y cuatro centros comunitarios".
La noticia no es vieja, es de ayer, pero puede ser la misma que hace un año, cinco o diez. Claramente, Colombia no aprende a manejar la temporada de lluvias.
El gran problema es que no hay una política `contra-invernal` real, como tampoco existen protocolos gubernamentales dirigidos a resolver el problema. Las oficinas de prevención de desastres solo se limitan a llevar estadísticas de damnificados. No hay un organismo institucional dedicado verdaderamente a la prevención de esta situación, a generar políticas que eviten las catástrofes en vidas humanas y en infraestructura.
El último lustro estuvo marcado por un largo invierno que desnudó la falta de prevención del Gobierno Central. En su momento, todo se criticó y se crearon nuevos staff de los cuales dependiera el manejo del problema, pero han pasado varios meses y la situación sigue arrojando las mismas malas noticias que siempre nos entrega la temporada de lluvias.
Estos eventos no deben ser una época trágica de temores y destrucción, sino momentos del año óptimos para aprovechar las aguas, recolectarlas para riegos en los campos o para anegar cultivos que requieran más del líquido. Hay países, principalmente en Asia, en donde los monzones dejaban destrucción, y hoy han aprendido a rentabilizar sus aguaceros. Colombia está en mora de sacarle partida a las lluvias, pero para lograrlo debe tener un plan estratégico para salir de la etapa en que las lluvias son sinónimo de problemas.
Para lograr el manejo de las lluvias se necesita de un compromiso del Gobierno Central, de las universidades y de las corporaciones autónomas regionales. Si queremos rentabilizar aguaceros, debemos estudiar a fondo el fenómeno desde la academia. Debe haber doctorados sobre el tema, debemos comprometer a nuestros científicos en esas soluciones.
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