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EDITORIAL

¿De qué sirve el premio Nobel de Economía?

miércoles, 14 de octubre de 2015
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El Nobel de Economía es tan importante como el de Física, Química o Medicina, es más, debe estar a la altura del de la Paz por su aporte social.

El titular es tan chocante como la misma respuesta y es un ejemplo más de las sutilidades que se mueven en el mundo de la teoría económica. Claro que el premio Nobel de economía sirve de mucho no solo porque reconoce la labor investigativa de grandes hombres de las ciencias sociales, sino porque a lo largo de los años hay distinciones que verdaderamente han sido disruptivas en una ciencia que no acaba de ubicarse entre lo social y lo exacto. Y tal como ha sucedido con el premio Nobel de Paz o el de Literatura, por solo citar a los más populares, nunca hay consenso y siempre malos perdedores.

Cito a Cuadrado Roura (2015) cuando dice “Paul Samuelson, que obtuvo el premio en 1970, señaló con una socarronería no exenta de razón, que el premio Nobel no cumple el requisito fundamental planteado por Vifredo Pareto para indicar que un hecho mejora el bienestar de una sociedad. Porque el premio hace felices a una, dos o, a lo sumo, tres personas, pero simultáneamente entristece a varias decenas de seres humanos. Entre estos últimos están, por supuesto, los demás candidatos, pero a ellos se suma una multitud de personas a quienes la concesión del Nobel de Economía en poco o nada mejora -al menos aparentemente- el bienestar social, como sí ocurre con los de medicina, física o química”.

Recordemos que Nobel de Economía se lo inventó el Banco de Suecia en memoria de Alfred Nobel y desde 1968 ha sido objeto de muchas críticas. Friedrich Hayek, por ejemplo, fue el ganador en 1974 y dijo que estaba en contra de su creación, pues ningún hombre debería ser señalado como si fuese una referencia en un tema tan complejo como la economía. Y es que en la misma esencia del premio se dice que la idea es “reconocer a personas que hayan llevado a cabo investigaciones, descubrimientos o notables contribuciones a la humanidad en (o hasta) el año inmediatamente anterior”. Pero de acuerdo con Cuadrado Roura “las críticas han subrayado que en la elección de los premiados existe un claro sesgo, ya que en su mayoría están vinculados a la ortodoxia económica. De hecho, han predominado claramente los estadounidenses (65%) vinculados a las ideas neoliberales, que colocan al mercado y al sistema económico en él basado en el punto de partida. Sólo unos pocos heterodoxos o críticos accedieron al premio (...) en paralelo a la economía como ciencia, es que las aportaciones de los economistas no tienen el carácter de avances o mejoras claves para la sociedad. Es más, en algún caso se premia economistas que discrepan entre sí, como ocurrió en 2013 con Fama y Schiller, o al nombrar a la vez a Myrdal y Hayek (1974), con posiciones muy contrarias sobre el sistema de mercado”.

Pero esta vez con Deaton, las cosas no se pueden negar, pues es un científico social que ha aportado  nuevos horizontes sobre consumo, pobreza y bienestar.

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