Un sesgo latinoamericanista tradicional es que para hacer análisis histórico se remonten al descubrimiento de América a finales del siglo XV, o cuando hay más rigor (por la abundante literatura), vayan a las causas y consecuencias de la emancipación del continente durante las batallas por la independencia de los países a comienzos del siglo XIX. Pero poco difundido es el transcurso de la formación de las nuevas naciones a caballo entre el XIX y el XX, pues siempre será más fácil ver el origen de los actuales problemas en los ya lejanos descubrimientos, colonia, república o extractivismo de las multinacionales de comienzos del siglo pasado. La historia, si se es víctima, es más fácil contarla. El cuento viene a colación porque los presidentes de Venezuela, Nicolás Maduro, y de Colombia, Gustavo Petro, se reunieron nuevamente para tratar temas comerciales y políticos, a la vuelta de la esquina de unas nuevas “elecciones” presidenciales en el vecino país. Las dos naciones rehicieron sus relaciones políticas y comerciales hace dos años y medio, y en términos de economía de mercado, las cosas mejoran a paso lento, con la vara alta de en algún momento haber tenido un comercio binacional de unos US$7.000 millones. La cumbre del martes se dio en el marco de un indiscutible incremento en las relaciones comerciales. Las ventas de productos colombianos hacia el vecino país, entre enero y febrero de 2023, fueron de US$90,4 millones, mientras que para el mismo periodo de este año se alcanzaron US$113,8 millones, con un aumento de 26%. En importaciones de Venezuela hubo un aumento de 22% desde que se reanudaron las relaciones comerciales en 2022. Al cierre de 2023 se contabilizaron importaciones por US$117 millones. Es aceptable un balance comercial de poco más de US$40 millones en lo corrido de 2024, contra un total de US$555 millones el año pasado. El tema grande en lo económico y político viene con el sector petrolero y gasífero, que de regularizarse puede disparar los intercambios binacionales a más de US$2.000 millones anuales. En la agenda, hay puntos relacionados con energía, gas, petróleo y seguridad fronteriza. Maduro quiere reactivar el gasoducto que comparten los dos países y venderle gas a Colombia, pero primero tendrá que pagar unos $29.000 millones a los acreedores en Colombia para que vuelva a operar el Gasoducto Binacional Antonio Ricaurte. Desde los albores del siglo XX, la Guerra de los Mil Días, que destruyó la economía del país y que, por lo tanto, arrancamos muy mal, se atizó desde Venezuela. Cipriano Castro, el dictador de turno en Caracas, apoyó a los liberales durante el conflicto y se llevaba muy mal con el gobierno conservador de Bogotá; no en vano, el conflicto comenzó en Santander, en octubre de 1899. La frontera de los dos países había sido delimitada, por un laudo arbitral español, solo 10 años antes de ese conflicto binacional. Y para colmo de males, en 1903 se separó, independizó o se vendió Panamá. Son economías complementarias, no competitivas, dependen la una de la otra a través de una frontera porosa de más de 1.200 kilómetros. Ni Petro ni Maduro serán para siempre; lo importante es entender que son mercados naturales que deben dejar que actúen bajo la mano invisible que los mueve, no con ideologías que no hacen mercado ni pagan facturas.