Cierre de año y cambio de tercio económico

La suerte está echada, ese “alea jacta est” que pronunció Julio César al cruzar el río Rubicón para desencadenar una guerra civil en el viejo Imperio Romano, es una de las alocuciones latinas que más usadas cuando los líderes deciden enfrenar una situación apremiante que no da más tiempo. Eso acaba de hacer el presidente, Iván Duque y su ministro de Hacienda, Alberto Carrasquilla, este último día del penúltimo mes de 2018. Esta mañana radicará en el Congreso de la República el proyecto de ley de reforma tributaria que han querido renombrar como Ley de Financiamiento, que no tiene una justificación de motivos distinta a tapar un enorme hueco de $14 billones necesarios para que el Estado funcione con todos sus programas e inversiones. En pocas palabras hay una nueva reforma tributaria sobre la mesa que no solo ocupará hasta el fin de año el debate político, sino el económico, en un Congreso que ha demostrado ser hábil para negociar con el Ejecutivo. La iniciativa tributaria sembrará un nubarrón de incertidumbre sobre lo que puede pasar en la economía doméstica los próximos años, un contexto de planeación estratégica que no es el mejor a la hora de desarrollar nuevas inversiones o acelerar proyectos para exportar en medio de una tasa de cambio bastante buena para vender productos y servicios fuera de Colombia

La reforma tributaria -la primera en estos cuatro años de Duque- tiene un gran defecto de ambición, la falta de visión de largo plazo y no procurar arreglar la colcha de retazos que es el sistema tributario colombiano; es una suerte de reforma inmediatista que solo busca unos recursos exactos o los mínimamente necesarios, para cumplir las promesas de campaña, pero no tiene preocupación por el largo plazo por poner reglas caras en términos de seguridad tributaria, problema del que se quejan mucho los empresarios.

Un gran aporte a la historia tributaria del país es la universalización del IVA a casi 80% de todos los productos y servicios, incluyendo muchos de la canasta familiar. El 20% restante tiene que ver con otros productos y servicios de carácter estratégico para las familias, tales como arrendamientos, transporte y salud que gozarán de ser excluidos y otros excluidos. El problema de todas las discusiones tributarias es que una cosa es lo que entra en la radicación en las comisiones económicas de Senado y Cámara y otra muy distinta a la que los congresistas y los lobistas le cuelgan durante las discusiones; en eso el Gobierno debe estar muy concentrado, pues arranca una gran temporada de intentos de ponerle “micos” a las leyes que discuten en temporada decembrina.

El cambio de tercio económico para fin de año también está forzado por la situación de la tasa de cambio, pues la moneda colombiana se ha devaluado más de 5% por presiones globales y el precio del petróleo. Noviembre arranca con un dólar muy caro, por encima de $3.200, que no es el más alto de la historia, pero sus constante fluctuaciones hacen que sea una de las monedas más inestables de casi todos los mercados emergentes. Vale la pena reseñar que el dólar más caro de la historia colombiana se registró el 12 de febrero de 2016 cuando llegó a $3.434,89, eran tiempos de un barril de petróleo muy bajo: el Brent costó en ese momento US$29 y el WTI US$26,19. Sin duda será un trepidante fin de año económico, pero el resultado será muy bueno.