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EDITORIAL

100 días de extensión del debate electoral

martes, 10 de abril de 2012
La República Más
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El pasado 9 de abril los mandatarios regionales cumplieron sus primeros 100 días con un pobre balance de su arranque.

Es cierto que 100 días no son el tiempo suficiente para evaluar la gestión de los funcionarios públicos elegidos por voto popular, pero sí es un lapso exploratorio y definitivo para saber qué tan enfocados están para desarrollar el cargo para el cual fueron escogidos de manera democrática. Los gobernadores, alcaldes, diputados y concejales, quienes ganaron las elecciones en octubre pasado y que se posesionaron en enero, hace un poco más de un centenar de días, no han brillado en el enfoque que le quieren dar  a sus nuevas responsabilidades.
 

Estos primeros tres meses de mandato o participación en las corporaciones democráticas no han sido buenos en términos generales, ni mucho menos eficientes. El despegue ha sido muy lento para un país que necesita mucha ejecución y menos disculpas. Se han limitado a extender el debate electoral que los llevó a esos ansiados cargos no han materializado nada en el primer trimestre de una suerte de periodos destinados a cambiar el rumbo de sus departamentos y ciudades. Aunque no han sido 100 días perdidos del todo, si ha sido un tiempo en el que no han estructurado coherentemente lo que quieren de sus regiones.
 

Hay un problema adicional y es que el balance siempre se ha hecho para los alcaldes y gobernadores, pero casi nunca para los concejos y asambleas que son corporaciones fundamentales y que poco o nada se sabe de sus ejecuciones. Pero hay un mal peor y es que el diagnóstico o balance del primer trimestre de mandato siempre se concentra en las cuatro principales ciudades, Bogotá, Medellín, Barranquilla y Cali, dejando de lado muchas ciudades intermedias y municipios claves para el desarrollo político y económico. Todo el mundo habla de la labor de Gustavo Petro, Aníbal Gaviria, Rodrigo Guerrero o Elsa Noguera, pero nadie sabe qué está pasando en Pasto, Popayán, Cartagena, Pereira, Cúcuta, Bucaramanga o Manizales, que son polos de desarrollo que en muchas ocasiones determinan el balance de una región.
 

El mensaje más claro y contundente a los mandatarios locales y regionales, y a todos los corporados, es que no hay tiempo que perder, que Colombia necesita mucha ejecución y que los problemas estructurales de viejas y malas administraciones se agrandan sino se interviene rápidamente. Hay que actuar con efectividad y pasar de ser candidatos demagógicos a gobernantes en pleno ejercicio. Muchos funcionarios en sus despachos actúan como si estuvieran en elecciones, prometiendo obras, dictaminando situaciones, hablando de escenarios, como si no fueran los responsables directos de hacer cosas. Peligroso síndrome de hablar, hablar y hablar, y de hacer cosas nada.

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