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La inmortalidad

lunes, 5 de mayo de 2014
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Contra la “Inmortalidad de Gabo” no hay trino que valga. La pequeñez de un trino nunca hará inmortal a su autor, ni podrá enfrentar la grandeza del ya inmortal Gabriel García Márquez. A punta de trinos nunca alguien llegará a ser inmortal.

El célebre autor checo Milán Kundera, otro inmortal al lado de Gabo, escribió “La inmortalidad” en 1988. Kundera narra cierto pasaje acaecido en Teplice, la hoy República Checa, a principios del siglo XIX. Resulta que van caminando dos inmortales: Ludwig van Beethoven y Johann Wolfgang von Goethe, los más grandes, compositor y escritor, alemanes de finales del siglo XVIII y principios del siglo XIX. De un momento a otro frente a frente se encuentran a la Emperatriz María Luisa de Austria-Este. Goethe le da el paso y se quita el sombrero, casi que se arrodilla, sin embargo Beethoven sigue orondo por su camino y hace que la emperatriz le ceda el paso. La actitud de Beethoven podría ser tomada como de irrespeto a la realeza, pero no, él sabía que sería un inmortal junto a Goethe, y que a duras penas la historia recordaría a María Luisa de Austria.

La grandeza de un escritor es que en cada lector deja una posible explicación e interpretación de su obra. La inmortalidad de una autor no es por lo que cuenta sino cómo lo cuenta.

Quien haya leído “Cien años de soledad” recordará a aquella, a la más pura, a Remedios la bella, quien no encuentra el amor verdadero en esta tierra y por ello se eleva en medio de una suave brisa, y tan pura y virginal como llegó, se fue. Remedios la bella no pertenecía a este mundo, y sin dar muchas explicaciones lo abandonó. Sin embargo, la obra de Gabo se enmarca y describe el entorno social, económico y humano de aquellos pueblos pequeños de la costa caribe colombiana.

El escritor estadounidense e inspirador de Gabo, William Faulkner, describiría magistralmente la idiosincrasia de los pueblos sureños de Estados Unidos en muchas de sus obras, incluida “Santuario”, obra que el mismo autor despreciaba, pero que, sin embargo, será tomada por la crítica como una de las obras maestras de la prosa y de la narrativa estadounidense.

Las barbaridades de la guerra civil española dieron el entorno para la obra de Ernest Hemingway “Por quién doblan las campanas”, pero más allá de la historia entre Robert Jordan y María, la novela describe aquel pasaje histórico que definiría a la España moderna.

El oscurantismo de la edad media es magistralmente descrito por Umberto Eco en “El nombre de la rosa” y aunque el título de la novela saldría del recuerdo eterno que aquella rosa sin nombre dejara en aquel aprendiz de monje dominico, Adso de Melk, la novela se centra en las profundas discusiones teológicas del monje franciscano Guillermo de Baskerville y sus contradictores.

Lo grandioso de los inmortales es que sus obras y por lo tanto ellos se vuelven eternos y siempre los pasajes banales de sus obras o los mensajes profundos de las mismas quedan como fotografías en las mentes de los lectores. Cada novela es lo que el lector interprete de ella.

El mundo moderno se ha convertido en mensajes instantáneos, en fotos instantáneas, en trinos instantáneos, es una forma de auto alabación de nuestros pobres egos mortales. Sin embargo, en cien años nadie se acordará de nosotros.

Gabo y el club de los inmortales trascenderán por cientos o por miles de años, como lo han hecho los clásicos griegos. En eso consiste su grandeza. 

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