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Cuando se le reveló al país por canales extraoficiales que el presidente Santos sostenía conversaciones secretas con las Farc en La Habana desde hacía más de un año, se les aseguró a los colombianos que en este nuevo intento se corregirían todos los errores que condujeron al fracaso las negociaciones de paz de los presidentes Belisario Betancur y Andrés Pastrana.
Pero la realidad está demostrando lo contrario, abundan los nuevos errores con azarosos efectos sobre el posconflicto, efectos peores que los de 60 años de guerrillas, como sería la ´venezuelanización´ de Colombia. El expresidente Alfonso López Michelsen solía afirmar que “a la guerrilla había que derrotarla primero para negociar luego”. El gobierno de Uribe no derrotó las guerrillas, porque se refugiaron en Venezuela y Ecuador.
Los errores comienzan desde cuando Santos rechazó las bases aéreas estadounidenses contra el narcotráfico para congraciarse con Hugo Chávez con el fin de que le participara en su paz con las Farc. Algo similar se presume con la extradición de Walid Makled.
El siguiente error consistió en resucitar a las Farc en Oslo ante la comunidad internacional. De allí viajaron a sentarse en la mesa de negociaciones de La Habana en igualdad de condiciones, sin acuerdos previos como la entrega de armas, la cesación de los crímenes y los delitos de lesa humanidad y el abandono del narcotráfico. Dilapidaron un año para lograr unos acuerdos insulsos sobre el sector agropecuario y entre tanto este sector entró en paro.
Acto seguido se dedicó el presidente Santos a viajar por todo el mundo con el fin de solicitar el respaldo de gobiernos ignorantes de la realidad de sus paticojas negociaciones de paz en La Habana. Se presentó ante ellos como el salvador de Colombia, tras 60 años de conflicto con las guerrillas.
No cayó en la cuenta Santos de su nuevo error, no pensó que el escenario que estaba montando le impediría salir de escena con facilidad, sin desacreditarse ante las opiniones nacional e internacional en caso de no lograr acuerdos de paz reales y oportunos. Por tal motivo, consideran algunos que se ha convertido él en un rehén de las Farc. Estiman otros, por el contrario, que se apresta el Presidente, el jugador abatido, a cancelar pronto sus negociaciones de paz de La Habana para promover su reelección. ¿Quién tiene la razón?
La justicia tropicalizada de Ley Marco para la Paz es otro eslabón de la cadena de errores. A pesar de que ya la consideró exequible la Corte Constitucional, la amenaza latente para los cabecillas de las Farc radicará en que los pidan en extradición los Estados Unidos o en que los juzgue la Corte Penal Internacional.
Lo único que imposibilitaría que sea extraditado o condenado un exjefe de las Farc que llegue al Congreso a hombros de la Ley Marco sería la ´venezuelanización´ previa de Colombia. Y para ello ya no parece haber tiempo, a menos que reelijamos a Juan Manuel Santos, que nos prestemos a aprobar un referendo atolondrado o a convocar una Constituyente con el 50% de los participantes nombrados por las Farc.
Conclusión: En las negociaciones de La Habana convergen cada vez más y más errores y ahora las vamos a “caguanizar” con la participación del Congreso.