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Con la desconfianza natural que genera cualquier anuncio de las Farc, los colombianos recibimos su propuesta de un cese el fuego unilateral indefinido, máxime cuando la condición para llevarlo a cabo es que no se les ataque por parte de la fuerza pública. Como quien dice ellos podrán seguirse armando y fortaleciendo a sus anchas a través de sus negocios ilícitos, o preparando y cometiendo atentados, ante la mirada indiferente de la fuerza pública, para garantizarnos que, no romperán la tregua con condiciones.
Así las cosas, lo que las Farc pretenden es inmovilizar a las fuerzas del orden para que cesen el cumplimiento de su labor constitucional, como es la de defender la vida, honra y bienes de los colombianos. Esto es un verdadero chantaje a la fuerza pública y al Gobierno Nacional que según su propuesta no podría reaccionar mientras que ellos adelantan su acción criminal.
Desde años anteriores, las Farc prometieron no volver a reclutar niños, obligados a participar en sus actividades criminales, promesa que jamás han cumplido pues, es práctica permanente que realizan en bastas zonas de la geografía nacional.
Posteriormente las Farc prometieron cada año en época decembrina un cese unilateral para dejar en paz a los colombianos por estos días, promesa que tampoco han cumplido pues, siempre fue violada con atentados, denunciados por los propios comandantes de la fuerza pública, como sucedió hace tres años cuando decretaron una tregua por 60 días, la que fue violada más de 50 veces, de acuerdo a denuncia de generales de la República.
Las Farc también anunciaron hace más de un año que, dejarían la práctica de secuestro a civiles, sin embargo, tal como lo ha denunciado la ONG País Libre, son muchos los colombianos secuestrados por las Farc, que continúan con esta práctica para financiar sus actividades terroristas. El secuestro a civiles y la extorsión no cesan, continúan y, la mayoría de los casos no se conocen ni se denuncian ni por las familias de las víctimas ni por fuentes oficiales.
De otra parte, la verdad monda y lironda, es que hay una reducción en las actividades de la fuerza pública contra la guerrilla, especialmente en el Ejército, lo que se demuestra con la ausencia de la persecución y la captura a los cabecillas de las Farc. Estos, a buen recaudo en La Habana o cuando exigen despejes para liberaciones que son aprovechadas seguramente para movilizar las droga que las financia y reorganizar a sus tropas, o cuando salen y regresan al país con salvoconductos especiales y, seguramente bajo otros acuerdos secretos que jamás conoceremos, se han convertido en intocables para la fuerza pública, la que pareciera haber renunciado a la iniciativa en la persecución de aquellos.
Así las cosas y rodeado de circunstancias totalmente adversas y desventajosas que dejan traslucir que la tal “paz sin impunidad”, como la concibe el Gobierno, es otra mentira oficial, como lo es también el tal “postconflicto” que dizque vivimos, el proceso de paz, pierde credibilidad y respaldo. Este en cambio ha servido a la guerrilla, entre otras muchas cosas adversas, como instrumento para minar, desmoralizar y detener la acción de nuestra fuerza pública.