Gioconda Belli y la izquierda erótica

Pocas veces en la historia de la literatura contemporánea de América Latina una escritora ha consolidado un discurso homogéneo y coherente como la nicaragüense Gioconda Belli.

La suya no ha sido una obra basada en la letra femínea, que es el argumento con el que la crítica masculina cataloga los textos salidos de la pluma de mujeres, como si éstas escribieran como tales y los hombres con alfabeto masculino. 

Ni la mujer escribe como mujer, ni el hombre como hombre, aunque la mentalidad patriarcal quiera abrir brechas entre géneros para confinar lo que produce la primera a espacios menos relevantes. El género sexual no se transmite en la forma literaria, porque la lengua no conoce de ese tipo de diferencias, aunque unos y otras traten temas que aborden circunstancias particulares que les atañen. 

Pero también en ese sentido las mujeres se han ocupado con acierto de lo de ellos y los hombres de lo de ellas, y si se trata de la vida en general, ambos lo han hecho sin que lectores perciban diferencias de esa índole. 

Que lo diga Nicaragua cuya poesía fue renovada por Ernesto Cardenal y Gioconda Belli, con un estilo que no es de hombre ni de mujer, sino que se centró en hacer de la escritura un medio para denunciar la realidad social, por lo que ha sido señalada como 'La poeta de la revolución', porque con Cardenal hizo resistencia después de haber pertenecido ambos al Frente Sandinista de Liberación Nacional que surgió para derrocar al dictador Anastacio Somoza. 
 

Desde el exilio en México, Gioconda Belli elevó su voz en el poema 'Vestidos de dinamita' para animar a su pueblo a encontrar caminos de libertad. 

“Me tengo que ir a comprar las pinturas con las que me disfrazo todos los días para que nadie adivine que tengo los ojos chiquitos (como de ratón o de elefante). Estoy yéndome desde hace una hora pero me retiene el calor de mi cuarto y la soledad que, por esta vez, me está gustando y los libros que tengo desparramados en mi cama como hombres con los que me voy acostando, en una orgía de piernas y de brazos que me levantan el desgano de vivir y me arañan los pezones, el sexo, y me llenan de un semen especial hecho de letras que me fecundan y no quiero salir a la calle con la cara seria cuando quisiera reír a carcajadas sin ningún motivo en especial más que este sentirme preñada de palabras, en lucha contra la sociedad de consumo que me llama con sus escaparates llenos de cosas inalcanzables y a las que rechazo con todas mis hormonas femeninas cuando recuerdo las caras gastadas y tristes de las gentes en mi pueblo que deben haber amanecido hoy como amanecen siempre y como seguirán amaneciendo hasta que no nos vistamos de dinamita y nos vayamos a invadir palacios de gobierno, ministerios, cuarteles... con un fosforito en la mano.” 

Su poesía y su narrativa son sobre la mujer, claro, pero sobre esa mujer que debe asumir la responsabilidad política de incidir en los cambios de manera directa. 

En 'El país de las mujeres',(Premio de Novela La Otra Orilla, 2010), con un sentido del humor convertido en sátira, crea el Partido de la Izquierda Erótica en un país gobernado por mujeres. “Hay que feminizar el poder porque no es suficiente con el simple ascenso de un género a éste”, declaró en una entrevista. 

Artículos de prensa, cuento infantil, memorias, poemas y novelas constituyen la obra de esta autora que asistirá al Hay Festival 2013 de Cartagena. 

Vendrá a leer poesía, y a reiterar, seguramente, que ésta “se parece al sillón del sicoanalista” y que “El pulso de la vida moderna es más afín a la novela”. Pero en los dos géneros ha tenido reconocimiento internacional y ambos le han servido para interpretar el mundo desde la mujer que es. 

En la novela 'El infinito en la palma de la mano' (2008), ese mundo es reciente y le sirve para inventar a un Adán y a una Eva sacados del contexto bíblico para recrear la novedad de la existencia en pareja. Lo mítico, lo político, lo erótico y lo poético han servido a Gioconda Belli para aproximarse a un concepto de mujer desde una visión que no es la del hombre.