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Pablo Stutzbach, presidente de la Sociedad Argentina de Cardiología, dijo que la situación actual es peor que la de la crisis de 2001
Ada, una mujer argentina de 83 años, tuvo que esperar seis meses hasta conseguir un turno para operarse de una obstrucción en el corazón agravada por una severa anemia debido a la falta de insumos y a trámites interminables que podrían haberle costado la vida.
Casos como el de Ada se repiten en medio del profundo ajuste del gasto impulsado por el presidente ultraliberal Javier Milei tras asumir en diciembre para lidiar con la severa crisis económica que atraviesa Argentina, con una inflación de 209% interanual.
Gracias a sus hijos y al médico de un hospital público que la ayudó a acelerar el proceso iniciado en abril logró operarse en octubre, aunque aún debe lidiar con una demora de más de tres meses para realizar controles que debería realizar mensualmente.
"Fueron meses difíciles, estamos atravesando situaciones todavía difíciles porque todo es tiempo ycreo que con el corazón no contamos (con tiempo), y más las personas adultas, que necesitan un tratamiento ya", contó a Reuters Bibiana Brnjac, hija de Ada, quien se encontraba convaleciente tras la operación.
Los cardiólogos denunciaron una "tormenta perfecta" en el sector, afectado por salarios golpeados por la alta inflación, falta de insumos que muchas veces deben reutilizarse, alza del costo de la salud y deserción de profesionales, combinación que amenaza con aumentar la mortalidad por afecciones cardíacas, la primera causa de muerte en el país.
En los hospitales públicos la demanda de atención aumentó en los últimos meses al ritmo del crecimiento de la pobreza, que actualmente afecta a 52,9% de la población, lo que ha saturado las salas de espera al tiempo que sufrieron recortes en su presupuesto y mayores costos por aumentos en las tarifas de servicios públicos.
Pablo Stutzbach, presidente electo de la Sociedad Argentina de Cardiología (SAC), dijo que la situación actual es peor que la de la grave crisis económica de 2001 por un problema de financiación de la salud derivado del aumento de los costos y el éxodo de médicos formados por los bajos salarios.
"La inversión (en salud) es muy mala, mezclando lo público, la seguridad social y lo privado", dijo Stutzbach, quien denunció una deficiente administración e inequidad en el acceso.
En agosto pasado, un grupo de especialistas hizo un paro de 48 horas en el que dejaron de colocar 'stents' y de practicar angioplastias en todo el país para denunciar los bajos salarios y la falta de insumos, atendiendo solo emergencias.
"Se han ido muchos médicos muy bien formados, pero además los médicos de ahora no están dispuestos a sacrificarse y a hacer un camino de 10 o 12 años para no tener un proyecto de vida y desarrollarse económicamente", dijo Stutzbach.
En el Hospital de Clínicas, un hospital-escuela que depende de la Universidad de Buenos Aires y atiende a unas 1.000 personas por día, los cardiólogos luchaban por mantener la calidad de la atención, pero adviertieron que sus pacientes de bajos recursos muchas veces no pueden costear los tratamientos.
"Se nota que el hospital tiene una mayor demanda. Uno trata de mantener la calidad de la atención, mantener el grado de la recomendación de la evidencia que sustenta el tratamiento que indica y eso después no se puede traducir en la realidad porque el paciente no lo puede sostener", afirmó Enrique Stazzone, cardiólogo del prestigioso centro médico.
Según un estudio reciente de la SAC, los cardiólogos en Argentina sufren un nivel de "burnout" cercano a 80% frente a 30% de sus pares de Estados Unidos debido al estrés de la crisis.
"No sabemos cuánto más resistimos. Es una pregunta complicada para responder porque la contrapartida es el no resistir y el darse cuenta de que si uno no resiste es la vida de las personas", concluyó Stazzone.
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