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Detrás de este repunte inflacionario se esconden desequilibrios estructurales que se venían acumulando desde hace años.
El país andino enfrenta ahora el reto de redefinir su política económica en un escenario cada vez más complejo, donde el margen de maniobra parece reducirse con rapidez
Bolivia atraviesa un giro preocupante. El país, que alguna vez lideró los rankings de menor inflación en América Latina, experimenta hoy una fuerte alza de precios en medio de una creciente escasez de divisas, combustibles y un modelo económico que muestra signos de agotamiento.
En lo que va de 2024, la inflación acumulada alcanzó 9,97%, su nivel más alto desde 2008. Solo en marzo, los precios subieron 14,63% en comparación con el mismo mes del año anterior, según el Instituto Nacional de Estadística, INE. Detrás de este repunte inflacionario se esconden desequilibrios estructurales que se venían acumulando desde hace años.
El modelo boliviano, sustentado en un tipo de cambio fijo, generosos subsidios y un gasto estatal elevado, permitió contener tensiones internas durante más de una década. Sin embargo, la caída en las exportaciones de gas, principal fuente de ingresos del país, ha dejado al descubierto las fragilidades del sistema.
Bolivia depende en gran medida de insumos importados —desde alimentos y fertilizantes hasta repuestos industriales y combustibles—. El país importa casi la totalidad de su diésel y gasolina, pero los comercializa internamente a precios muy por debajo de los costos reales. Esa diferencia, financiada por el Estado, implicó en 2024 un gasto superior a los US$2.300 millones, en un contexto en el que las reservas internacionales están al borde del agotamiento.
El Instituto de Finanzas Internacionales (IIF) estima que, hacia fines de 2024, las reservas netas líquidas del Banco Central caerán por debajo de los US$2.000 millones, y gran parte de ellas no son de disponibilidad inmediata.
Para enfrentar la escasez de divisas, el Gobierno ha impuesto controles sobre el uso del dólar y ha restringido ciertas operaciones financieras, lo que ha incentivado el uso de mecanismos alternativos como las criptomonedas.
En 2023, Bolivia logró evitar un colapso financiero gracias a una controvertida ley que permitió al Banco Central vender parte de sus reservas de oro. No obstante, el Senado ha aprobado recientemente una iniciativa legislativa para limitar esa posibilidad y proteger el remanente de las reservas.
El país andino enfrenta ahora el reto de redefinir su política económica en un escenario cada vez más complejo, donde el margen de maniobra parece reducirse con rapidez.
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