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La guerra arancelaria enfría el comercio y el turismo entre Canadá y Estados Unidos
Las exportaciones desde Canadá a Estados Unidos tuvieron una caída de 6,6% evidencia el enfriamiento de la relación comercial
Una caída de 6,6% en las exportaciones desde Canadá a Estados Unidos y la reducción en 900.000 viajeros canadienses ingresando a este país en marzo, son las dos primeras señalas que evidencian el enfriamiento de la relación comercial y de turismo entre ambos países tras el inicio de la guerra comercial decretada tras la llegada de Donald Trump al poder.
Aunque marzo el déficit de la balanza comercial total de Canadá se redujo, principalmente por una baja en las importaciones desde la mayoría de los países, este aparente fortalecimiento de la producción local no es necesariamente una buena noticia, toda vez que al mismo tiempo las exportaciones totales cayeron por segundo mes consecutivo. Y, más preocupante aún, las ventas a Estados Unidos, su principal socio comercial, registraron la mayor caída reciente.
“Era inevitable que los números del comercio fueran volátiles. Lo que no era inevitable era la voluntad política de erosionar décadas de integración”, advirtió Shelly Kaushik, economista de BMO Capital Markets.
Estos números son la respuesta natural a la entrada en vigor de los nuevos aranceles estadounidenses, que para Canadá incluyen una tarifa de 25% al acero, aluminio, vehículos y autopartes, y de 10% sobre productos energéticos. A lo que este país respondió con aranceles de 25 % sobre bienes estadounidenses por valor de US$59.800 millones.
La mayor caída en las exportaciones esta explicada principalmente por el sector automotor, en donde los analistas destacan que se anticiparon despachos en febrero, los cuales hoy hacen ver a marzo como un mes de un desempeño mucho más bajo. “Los fabricantes automotrices claramente se apresuraron a exportar todo lo que pudieron antes de que entraran en vigor los nuevos aranceles. Las exportaciones a nuestro mayor cliente se están quedando sin gasolina”, afirmó Andrew DiCapua, economista de la Cámara de Comercio de Canadá.
El enfriamiento de las relaciones no solo está en lo comercial, el turismo sufre también consecuencias, al otro lado de la frontera. Según datos de la Oficina de Aduanas y Protección Fronteriza de EE.UU., 4,1 millones de canadienses cruzaron por los diferentes puertos en marzo de 2025, lo que marca una reducción de 17% frente a los 5 millones del año anterior. Un impacto incluso peor que al registrado en marzo de 2022, cuando aún había restricciones de viaje por la pandemia.
Lo más preocupante es que estas cifras son previas a las medidas anunciadas el 11 de abril por el gobierno estadounidense, según las cuales los canadienses que ingresen a ese país por vía terrestre, y quieran permanecer allí por más de 30 días, deben registrarse obligatoriamente ante el Gobierno. Y es que, aunque están exentos del requisito de toma de huellas dactilares, esta medida marca un cambio significativo en las políticas migratorias entre ambos países, lo cual hace prever que el flujo será cada vez menor.
Una semana después de las elecciones federales de Canadá el primer ministro, Mark Carney viajó a Washington y sostuvo la primera reunión bilateral con el presidente Trump en el despacho oval. Más allá de las frases más destacadas, como “no está a la venta, nunca lo estará, pero la oportunidad está en la alianza”, dada por Carney en respuesta a la propuesta de Trump de convertir a Canadá en el estado número 51, a la afirmación del mandatario estadounidense: “nunca digas nunca”; el tono de la reunión fue positivo, haciendo prever que un acuerdo es posible, pero podría tomar un buen tiempo en alcanzarse.
Durante el primer encuentro entre el primer ministro de Canadá y el presidente de Estados Unidos, Donald Trump cuestionó la necesidad de la renegociación del acuerdo de libre comercio trilateral T-MEC, entre México, EE.UU. y Canadá, el primer ministro se refirió a este punto como “la base para una negociación más amplia”. Por ahora, lo cierto, es que la incertidumbre afecta el comercio y el turismo, dos sectores críticos para dos países que comparten la frontera más larga del mundo, representada en 8.891 kilómetros.
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