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El presidente peruano Ollanta Humala podría quedar aislado políticamente y sin un rumbo claro si no logra desactivar las protestas sociales que frenan millonarios proyectos de inversión y mantienen paralizada su agenda de largo plazo.
El militar retirado cumple hoy su primer año al mando de una de las economías que más crece en Latinoamérica, sitiado por cientos de conflictos que han desgastado su capital político y hundido su popularidad, en un país donde un tercio de la población no recibe los beneficios de su riqueza natural.
Mientras pelea por despejar el camino a los emprendimientos, principalmente proyectos mineros por unos US$53.000 millones considerados clave para financiar su promesa de mayor equidad social, la presión sobre Humala crece junto con la polarización entre fuerzas de izquierda y derecha.
El mandatario mantuvo su discurso pro mercado tras asumir en el 2011 y ganó aliados en el empresariado, que esperaba con recelo a su Gobierno. Pero en simultáneo, perdió el apoyo de parte de la izquierda que estuvo a su lado desde su primer intento por llegar al poder en el 2006.
Algunos analistas ven al mandatario peruano atrapado entre estas dos fuerzas y otros lo definen como secuestrado por la derecha y sin una ruta clara entre la agudización de las tensiones políticas y la demanda constante de cambios sociales que han dejado 15 muertos durante el último año.
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