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Existe en todo el mundo una marcada tendencia de cambio demográfico que afecta, con mayor o menor intensidad, a los distintos países. Se trata de un cambio en la composición por edad, con una reducción paulatina de los nacimientos, una creciente urbanización de la población y el crecimiento acelerado de la proporción que se encuentra en la vejez.
La tendencia es más evidente en países en los que estos cambios tienen ya muchas décadas, como Japón y la mayoría de los países de Europa. Pero también empieza a notarse particularmente las zonas urbanas de economías que presentaban mayores tasas de crecimiento poblacional como en China y América Latina.
Estos cambios tienen impactos de suma relevancia en la planeación financiera de las personas y sus familias, porque estarán obligados a crear ahorros que les permitan enfrentar de la mejor manera su vejez.
Simultáneamente y de manera relacionada, existe la tendencia mundial que lleva a los estados y los gobiernos a tener que reducir los beneficios sociales que son capaces de llevar a la población ante condiciones fiscales que limitan gravemente los recursos de que disponen para ese efecto.
La importancia que se deriva de estos procesos demográficos para los sistemas de ahorro e inversión patrimonial de largo plazo es indudable, sobre todo si consideramos además los efectos negativos que ha tenido la crisis económica en la tendencia y nivel de las tasas de rendimiento; lo que enfrenta a la mayoría de la población con instrumentos que ofrecen un retorno limitado por su ahorro.
En este entorno, particularmente para las nuevas generaciones, en países como Alemania, Francia e Italia empieza a cobrar relevancia el encontrar vehículos alternativos de inversión que permitan un crecimiento más adecuado del ahorro de largo plazo.
En el estudio publicado por el National Bureau of Economic Research, denominado Envejecimiento de la población, comportamiento de ahorro y mercado de capitales, los investigadores Boersch-Supan y Winter prevén una tendencia de crecimiento del ahorro de las personas para las siguientes dos décadas, pero prevén también que dicha tendencia empezará a revertirse hacia adelante.
Por ello consideran de extraordinaria importancia que las sociedades se preparen con información, vehículos de inversión y normatividad regulatoria adecuadas para que en cada país esa masa de recursos ahorrados contribuya a una efectiva creación de riqueza patrimonial para las familias y a apoyar el desarrollo financiero y económico de los países.
El reto del ahorro y el envejecimiento de la población debemos reconocerlo y afrontarlo con decisión y acción, tanto desde las instituciones como desde las personas. No hacerlo implicará una profundización aún mayor de la desigualdad, un serio problema económico para el país y, de manera más importante, un riesgo para la estabilidad financiera de nuestras familias.
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