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Con análisis de datos, tecnología, conectividad y movilidad más sostenible, las ciudades avanzan en ser cada vez más inteligentes
Luz Angela Castro, CEO para Colombia de Ocesa
Podemos automatizar el transporte, digitalizar la administración y multiplicar la vigilancia, y aun así no construir comunidad
Directora de Ocesa Colombia
Durante años se ha asociado la idea de “ciudad inteligente” con tecnología: sensores, cámaras, sistemas de datos y plataformas digitales capaces de anticipar comportamientos y optimizar servicios. Sin duda, estas herramientas son valiosas, pero reducir la inteligencia urbana a su eficiencia tecnológica es olvidar algo esencial: las ciudades son, antes que nada, espacios humanos.
Podemos automatizar el transporte, digitalizar la administración y multiplicar la vigilancia, y aun así no construir comunidad. La tecnología organiza; la cultura nos humaniza. Una ciudad verdaderamente inteligente no se mide por el número de dispositivos que tiene, sino por la calidad de los vínculos que es capaz de generar.
México ha logrado consolidar una industria cultural con infraestructura y políticas que sostienen la creación artística y el entretenimiento como parte de su economía. No se trata solo de programación, sino de visión estratégica convertida en sistema.
Londres, por su parte, convirtió la ciudad en un escenario vivo. Allí, la cultura no es únicamente oferta: es identidad, política pública y diplomacia urbana. La ciudad se narra a sí misma y se proyecta al mundo a través de sus expresiones culturales.
Buenos Aires muestra algo igual de valioso: cuando la cultura se integra en la vida cotidiana -en la calle, en la conversación, en el gesto ciudadano- la ciudad se vuelve pensamiento colectivo. Existe una ciudadanía que se reconoce entre sí.
Colombia tiene una energía creativa incomparable. Somos diversidad, mezcla, ritmo, imaginación. Sin embargo, aún estamos en proceso de traducir esa potencia en infraestructura cultural sostenible, planificación urbana sensible y espacios públicos que inviten al encuentro.
Ahí está nuestra oportunidad histórica: dar el salto cultural. Pasar de la espontaneidad vibrante a la estrategia; de lo episódico a lo continuo; de la experiencia aislada al proyecto colectivo.
Lo inteligente es conectar comunidades, fortalecer una identidad colectiva y crear un ADN urbano único y reconocible. Es ofrecer experiencias que generan bienestar, orgullo y sentido de pertenencia.
Una ciudad inteligente no es solo eficiente: es una ciudad que se reconoce, se cuenta y se siente.
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