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Colombia no es el único país que se está quedando sin bebés, varios mercados de la región atraviesan por una crisis de natalidad. Conozca los retos que esto implica
Andrés Salazar
El reto ya no es elevar la fecundidad, sino adaptarse, mediante políticas y acciones de conciliación trabajo-familia, corresponsabilidad en el hogar y seguridad económica en la vejez a la nueva realidad colombiana
Durante décadas, la caída de los nacimientos en Colombia se vio como un triunfo de la autonomía femenina y del progreso social, apoyado por políticas indirectas que restringían la natalidad. Las mujeres lograron mayor control reproductivo, ampliaron su acceso a la educación -a inicios de 2000 más mujeres que hombres se graduaron de la universidad- y aumentaron su participación laboral, cambios típicos del desarrollo económico. No obstante, esta tendencia, antes gradual, se aceleró en la última década hasta convertirse en una inversión demográfica rápida que hoy plantea consecuencias estructurales y pone en duda la viabilidad del modelo de bienestar nacional. De la abundancia a la escasez de nacimientos.
La transición demográfica colombiana ha sido drástica: de casi siete hijos por mujer en los años 60 se pasó a 1,7 en 2015 y luego a 1,1 en 2024, muy por debajo del nivel de reemplazo (2,1 hijos por mujer). En 2024 se registraron 445.011 nacimientos, el número más bajo de la década y 32,7% menos que en 2015. La maternidad también se ha postergado, con una edad media al primer hijo de 24,4 años en 2024. La mayor caída se observa en la fecundidad adolescente (15-19 años): pasó de 19 madres por cada 100 a una reducción acumulada de 51,1% desde 2015.
Colombia no solo se alineó con países de altos ingresos, sino que superó su velocidad de descenso. Hoy 51 países, que agrupan 44% de la población mundial, tienen fecundidades por debajo del reemplazo, una tendencia global excepto en gran parte de África y algunos países de Medio Oriente.
La caída de la fecundidad en Colombia responde a fuerzas sociales, económicas y culturales entrelazadas.
1. Educación y empleo femenino: El acceso de las mujeres a la educación superior y su masiva incorporación al mercado laboral desde mediados del siglo XX llevó a tener menos hijos y a retrasar la maternidad, acentuado por el escaso apoyo al cuidado infantil.
2. Alto costo de crianza: La inestabilidad económica y los elevados costos de criar un hijo -estimados entre US$600.000 y US$100.000 (unos $2.400 millones en estratos altos y $385 millones en bajos)- funcionan como fuertes desincentivos.
3. Cambios culturales e individualismo: La priorización de la autonomía personal sobre los valores familiares impulsa matrimonios tardíos, dificultades para encontrar parejas con niveles educativos similares, más divorcios y preferencia por mascotas, todo lo cual reduce la fecundidad.
4. Otros factores: La amplia disponibilidad de anticoncepción, la preocupación climática, los efectos de la covid-19 (-5% en 2020) y la disminución de la fecundidad entre migrantes venezolanos tras programas de amnistía y acceso a salud -que mejoraron sus oportunidades laborales y de planificación familiar- también contribuyen al descenso.
Las consecuencias inevitables: un Estado obligado a adaptarse. La inversión de la pirámide poblacional transformará el sistema económico y social colombiano. El mayor reto será la sostenibilidad pensional: el sistema de reparto perderá su base de cotizantes y para 2050 habrá solo cuatro por cada jubilado, aunque la formalización laboral podría aliviar el impacto.
El envejecimiento aumentará la demanda de servicios de salud y atención a enfermedades crónicas, dado que el gasto sanitario de un adulto mayor es mucho más alto, lo que exigirá una reorientación del sistema. La baja fecundidad reducirá y envejecerá la fuerza laboral, generando escasez de habilidades y menor competitividad, impulsando más inversión en automatización y tecnología e IA.
La menor población escolar permitirá optimizar recursos educativos, y los POT deberán adaptarse con infraestructuras accesibles y revitalización de zonas de baja densidad. El reto ya no es elevar la fecundidad, sino adaptarse, mediante políticas y acciones de conciliación trabajo-familia, corresponsabilidad en el hogar y seguridad económica en la vejez a la nueva realidad colombiana.
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La tasa de fecundidad viene en pique y, según los datos revelados por el INE, este año es de 1,16 hijos, 10,77% más baja que en 2020
A nivel nacional, la tasa de fecundidad promedio es de 1,4 hijos por mujer, muy por debajo del nivel de reemplazo poblacional ubicada en 2,1