Hora de decisiones

Los precios bajos no solo impacta a las empresas sino a las finanzas del país, aunque algunos crean lo contrario, o pretendan minimizarlo. Debido a que en el primer semestre del 2014 los precios fueron altos se vislumbra que el golpe fiscal este año no será mayor, pero estaría alrededor de los 2 billones de pesos. Pero para nadie es un secreto que de continuar como van los precios este año, el hueco en las finanzas para el 2016 será colosal. Si el valor del barril se nivela en 48 dólares, como lo prevé el Gobierno Nacional, el impacto fiscal en 2016 será de 15 billones de pesos. Si se da una recuperación del precio, aunque leve, será menor, pero habrá un hueco. Esa es la realidad.

Las estabilidad en las reglas del juego ha sido un impulsor de la industria. Infortunadamente, los cambios en materia tributaria, cuyo impacto en la industria ya es conocido por el país, ha creado nerviosismo. Decir lo contrario sería minimizar lo que se está viendo como realidad en cuanto a decisiones de inversión de las empresas. Más cuando no es claro qué viene en materia tributaria y si las recomendaciones de la OCDE, que sugieren lineamientos distintos a los recientemente adoptados, serán tenidos en cuenta, en momentos en que la carga tributaria empieza a golpear al sector empresarial en general y a este sector, afectando lo más importante, su competitividad.

Sumado a lo anterior están las dificultades ampliamente conocidas para adelantar los programas de exploración y producción en terreno y que hacen difícil y costoso operar: la seguridad en las operaciones y en el transporte de hidrocarburos; la mal llamada conflictividad social expresada de manera creciente en vías de hecho promovidas por agitadores profesionales; problemas relacionados con infraestructura y sus costos; y las demoras en consultas previas, permisos y licenciamiento ambiental, aunque en estos últimos ha habido un avance importante. Estos factores se han convertido en un obstáculo creciente para la ejecución de los proyectos.

Esta confluencia de factores (precios bajos, más impuestos, y dificultades para operar), llevarán a las compañías a reducir sus programas exploratorios e invertir menos en producción, y concentrar sus esfuerzos al cumplimiento de las obligaciones contractuales, mientras pasa el torrencial. Las proyecciones de los indicadores de exploración para este año muestran que, si las cosas salen bien y nada afecta la operación, se podrán correr 14 mil kilómetros de sísmica vs 40 mil del año pasado, de los cuáles 6 mil serían en tierra firme, y el programa de perforación de pozos pasará de 212 a 126; una mala noticia para el país dada la urgencia de incorporar nuevas reservas de petróleo.

Siendo este el escenario, es natural que las compañías ajusten sus estructuras de gastos y sean aún más selectivas en sus inversiones, aquí y en el mundo entero. Por eso no debe sorprender que decidan centrar sus inversiones en producción, toda vez que necesitan asegurar su flujo de caja para enfrentar la incertidumbre de los tiempos que se avecinan, reduciendo significativamente las inversiones en exploración. Entonces, aunque se espera que la producción se mantenga en más de un millón de barriles en 2015, de continuar como vamos, y salvo que se tomen unas medidas inmediatas, a partir del 2016 comenzará una curva descendente que tocará fondo en el año 2022. 

El Gobierno Nacional conoce el impacto negativo de estos factores sobre la industria y ha tomado algunas medidas para mejorar la seguridad, solucionar la conflictividad social y agilizar las licencias ambientales. Es así que el número de atentados, los bloqueos, y los tiempos de licenciamiento disminuyeron en el 2014. Pero eso ya no es suficiente dada la coyuntura. Es imperativo hacer más. De eso es consciente el Ministerio de Minas y la ANH, con quienes se ha iniciado un trabajo para identificar medidas de carácter inmediato para darle un impulso decidido y de fondo al sector.

Que a nadie le quede duda que nos encontramos ante uno de los momentos más difíciles en la historia petrolera del país, y no nos podemos equivocar. No podemos volver a épocas donde por falta de actividad exploratoria nos hemos visto abocados a importar crudo. Tampoco, ser tímidos en las medidas que se necesitan pues luego el país lo va a lamentar. Si a la industria le va bien le va bien a Colombia. Pero si a la industria le va mal, le va mal al país, a las regiones, y a otros sectores que hoy impulsan la economía y que dependen de las regalías e impuestos de esta industria. Y a todos los colombianos, pues todo hueco que deja esta industria se traduce en más impuestos.

De ahí el llamado que ha hecho la industria, al Gobierno Nacional y al país entero, incluidos los gobernadores y alcaldes de regiones petroleras, y a las comunidades. La combinación de precios bajos, más impuestos, y costos operativos altos, se ha constituido en una tormenta perfecta, que sólo es factible sortear si se acepta lo que está ocurriendo en lugar de soslayarlo y si hay voluntad política de todos los actores, incluidas las autoridades territoriales y las comunidades. De ahí la necesidad de tomar medidas para ayudarle a la industria a superar esta época difícil y para seguir siendo competitivos. Es la mejor inversión a futuro que puede hacer el país y las regiones. La industria está lista a poner su parte pero sola no puede. Es hora de decisiones audaces, visionarias.